¿No lo merecemos o es una bendición?
By OBISPO BERNARD E. SHLESINGER III | Published marzo 8, 2024 | Available In English
Hay algunas personas en el mundo que se sienten “con derecho”, como si el mundo les debiera algo, pero viven en perpetua insatisfacción y no tienen paz. Hay otros que se sienten “bendecidos”, como si Dios hubiera derramado su gracia sobre ellos, pero estos pudieran sentir que es una maldición encontrarse con alguna situación difícil. Algunos dicen: “Si tienes salud, lo tienes todo”, pero yo diría: “¡Si tienes a Dios, tienes todo lo que necesitas!”.
He conocido a algunos prisioneros que no son libres para moverse en la sociedad, pero son libres en su interior y se sienten bendecidos porque han encontrado a Dios en su misericordia y gracia. Estos son los “pobres de espíritu” porque han aprendido a vivir en dependencia como hijos de Dios y no como hombres o mujeres mundanos.
Aunque los prisioneros se sienten separados de la sociedad y de la familia, han ancado en el corazón de Dios y a través de un proceso de reconciliación han descubierto la paz interior. No muestran ningún sentido de derecho sino más bien humildad. Me predican más que yo a ellos sobre lo que significa ser bendecidos cuando a uno se le priva de la capacidad de moverse libremente y cuando se está confinado a lo que uno no quiere.
¿No experimentó el hijo pródigo su mayor bendición cuando su padre le mostró misericordia incluso después de desperdiciar su herencia? Desafortunadamente, su hermano mayor se sintió insatisfecho con el sentido de justicia de su progenitor y no vio la verdadera bendición en estar con su padre en el banquete de la misericordia. Sentía que esto eran más un derecho que una bendición. Su padre tuvo que instruirlo sobre cómo celebrar la vida en lugar de vivir para lo que le correspondía.
Al final de la Misa, podemos escuchar las palabras del sacerdote o diácono: “¡Inclínense para recibir la bendición!” Este mandato en varias liturgias prepara a los fieles para recibir la ayuda de Dios cuando se imparte una bendición sobre ellos.
Sin embargo, para muchos, esta invocación general de una bendición no es suficiente para la circunstancia o situación que están experimentando. Paso casi una hora después de la Misa impartiendo bendiciones individuales. Las personas piden una bendición si se van a ir de viaje o si partirán a la universidad por primera vez, o me piden que invoque la ayuda de Dios si viven con alguna enfermedad o enfrentan una situación difícil. Bendigo sus artículos religiosos, sus automóviles o sus hijos recién nacidos. En estos casos, las personas realmente quieren la ayuda especial de Dios para la situación específica que atraviesan.
Al ofrecer bendiciones individuales como gesto de cuiado pastoral, no estoy aprobando un estilo de vida o una unión irregular, ni estoy permitiendo que alguien viva en una situación contraria al plan de Dios. Simplemente estoy invocando la ayuda de Dios para ellos dada su situación de vida o circunstancia. La gente siempre puede pedirme que invoque la ayuda de Dios para ellos. Sin embargo, no tienen derecho a que yo o la Iglesia aprobemos una elección de estilo de vida que no está en conformidad con la voluntad de Dios para sus hijos.
La Cuaresma es un tiempo para ser más disciplinados, para sentir menos que lo merecemos todo, para ser más caritativos y humildes. Es un tiempo para contar nuestras bendiciones y darnos cuenta de que, a pesar de nuestra naturaleza pecaminosa, somos infinitamente amados y necesitamos de la ayuda y la salvación de Dios. Por lo tanto, una bendición no se basa en ser más orgullosos ni en sentirnos con derechos, sino en ser menos dependientes de nosotros mismos y más dependientes de Dios.
“Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de Dios”.