Los sacrificios de los diáconos
Published febrero 14, 2024 | Available In English
El 3 de febrero, tuve el honor y el privilegio de ordenar a ocho diáconos permanentes para servir a la Iglesia de la Arquidiócesis de Atlanta. El clima afuera reflejó la celebración que se llevó a cabo en el interior de la Catedral de Cristo Rey, fue un día hermoso.
La celebración fue solemne y alegre gracias al maravilloso coro de la Catedral y al Quinteto de metales de la Sinfónica de Atlanta; los lectores; las promociones de diáconos de 2025 y 2026, quienes sirvieron durante la ceremonia; las promociones de diáconos de 2027 y 2028, que se desempeñaron como ujieres; los maestros de ceremonias y la hospitalidad del personal de la catedral. El comité de recepción llevó a cabo el evento después de la ordenación.
De hecho, fue un día dichoso para todos los reunidos, no solo para los candidatos, sus familias y amigos, sino también para la Iglesia de la Arquidiócesis de Atlanta. Quisiera extender mis felicitaciones a los diáconos, sus esposas y familias: Michael (Mary) Heubel, Robert (Mary Ann) Fraundorf, Gerard (Carolyn) LaHatte, Michael (Lori) Martell, Alonso (Edilma) Rigg, William (Diane) Schubring, Phillip (Racheal) Tran y Thang (Thuy) Vu, y agradecer a Dios el hecho de que estos hombres hayan dicho Sí a continuar la misión de Cristo.
Actualmente tenemos 244 diáconos permanentes activos sirviendo en nuestra arquidiócesis, incluyendo los recién ordenados, y 60 jubilados. Fue mientras me preparaba para la ordenación que recordé los sacrificios que hacen nuestros diáconos permanentes, sus esposas y familias para servir a la Iglesia. A los hombres les toma seis años completar el programa de formación. Muchas de sus esposas también participaron regularmente en la porción de su formación académica.
¿Cuándo tuvimos diáconos por primera vez? Tradicionalmente, el comienzo del orden de los diáconos se remonta a la historia del capítulo 6 de los Hechos de los Apóstoles: “Entonces los Doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: «No es justo que descuidemos el ministerio de la Palabra de Dios para ocuparnos de servir las mesas. Es preferible, hermanos, que busquen entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros les encargaremos esta tarea. De esa manera, podremos dedicarnos a la oración y al ministerio de la Palabra». La asamblea aprobó esta propuesta y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe y a Prócoro, a Nicanor y a Timón, a Pármenas y a Nicolás…Los presentaron a los Apóstoles, y estos, después de orar, les impusieron las manos”. Noten que estos hombres fueron nombrados (ordenados) no para el sacerdocio, sino para servir. Los diáconos deben ser como aquellos que un día fueron elegidos por los Apóstoles para el ministerio de la caridad, servidores de todos.
Aunque los diáconos han existido desde la época de los apóstoles, alrededor del año 1000 d.C., el diaconado permanente desapareció. Durante el Concilio Vaticano Segundo, el Papa Pablo VI implementó la decisión del concilio de restablecer los diáconos permanentes. En 2021, el Papa Francisco nos recordó con estas palabras el papel de estos hombres: “Recordemos, por favor, que siempre para los discípulos de Jesús amar es servir y servir es reinar. El poder reside en el servicio, no en otra cosa. …los diáconos son los custodios del servicio en la Iglesia, por consecuencia se puede decir que son los custodios del poder “verdadero” en la Iglesia, para que nadie vaya más allá del poder del servicio. Pensadlo”. (Discurso del Santo Padre Francisco a los diáconos permanentes de la Diócesis de Roma, 19 de junio de 2021).
Mediante la imposición de las manos, en el Rito de Ordenación transmitido por los Apóstoles y la Oración de Ordenación, se confiere al candidato el don del Espíritu Santo para el oficio del Diaconado, el cual lo configura para siempre con Jesucristo para servir como su diácono.
Durante la homilía, se recuerdan estas palabras a los candidatos: “Fortalecidos con el don del Espíritu Santo, ayudarán al Obispo y a su presbiterio en el anuncio de la palabra, en el servicio del altar y en el ministerio de la caridad, mostrándose servidores de todos. Como ministros del altar proclamarán el Evangelio, prepararán el sacrificio y repartirán a los fieles el Cuerpo y la Sangre del Señor. Además, enviados por el Obispo, exhortarán tanto a los fieles como a los infieles, enseñándoles la doctrina santa; presidirán las oraciones, administrarán el Bautismo, asistirán y bendecirán el matrimonio, llevarán el viático a los moribundos y presidirán los ritos funerarios”. (Rito de Ordenación al Diaconado).
A lo largo de los años, siempre he tenido la suerte de tener al menos un diácono permanente sirviendo junto a mí. Siento una gran admiración por ellos, sus cónyuges y familias. Además de lo que hacen en la misa los fines de semana, los diáconos también satisfacen otras necesidades de la parroquia detrás de escena sin mucho reconocimiento por parte del párroco o de los feligreses. Generalmente son los primeros en llegar y los últimos en salir de la iglesia. Durante las celebraciones litúrgicas importantes, más frecuentemente que nunca, tienen que acomodar sus actividades familiares al horario de la iglesia. Ellos, y sus familias, hacen esos sacrificios para servirnos.
Mientras celebramos la ordenación de nuestros nuevos diáconos, tómense un momento para agradecer a nuestros diáconos permanentes, sus esposas y familias por los sacrificios que hacen al servir a nuestra comunidad. Deténganse la próxima vez después de la misa y agradézcanles por su servicio y, al mismo tiempo, recuérdenles que prometieron orar diariamente por ustedes y por el mundo entero. Además, asegúrenles que oran por ellos para que puedan “ser eficaces en la acción, amables en el ministerio y constantes en la oración” (Colecta de la Misa de Ordenación).