Conociendo los misterios de nuestra fe a través del arte sacro
Published febrero 23, 2024 | Available In English
Uno de los temas sobre los que habla con mayor frecuencia el Obispo Robert Barron es el del papel de la belleza en la evangelización. Menciona la rica herencia que nuestra Iglesia y el mundo tienen a nivel visual: imágenes sagradas que nos cautivan, desde el simple campanario de una iglesia hasta las diversas representaciones de la natividad de Nuestro Señor. Jimmy Mitchell, quien nació en Atlanta, aborda este tema en su libro “Let Beauty Speak” (Deja que la belleza hable).
Esta semana, tuve la oportunidad de visitar dos sitios de retiro en la arquidiócesis, ambos con una gran variedad de arte sacro que abarca desde un crucifijo desnudo hasta múltiples imágenes de la Santísima Madre en muchas culturas alrededor del mundo. Es cierto que la gente encuentra las puertas a lo espiritual en muchas formas diferentes, pero el arte sacro ha sido uno de esos medios desde la época de las primeras iglesias en Roma y en otros lugares hasta los museos que contienen pinturas magnificas de acontecimientos bíblicos.
Una constante para nosotros los católicos en la representación de nuestra fe es lo que conocemos como el Vía Crucis. Cada iglesia y capilla católica tiene alguna versión de estas estaciones, destinada a ayudarnos a revivir la pasión de Cristo en su camino hacia la cruz. Existen muchas ayudas para meditar, pero, durante la Cuaresma, una de las más universales es el Vía Crucis. Algunos de nosotros quizás tengamos recuerdos de los momentos y lugares en los que hemos recorrido ese Camino, siguiendo la ruta de Jesús desde su condena hasta su crucifixión.
Cuando repasamos las Estaciones de la Cruz, ofrecemos nuestra oración en cada una de ellas mientras meditamos sobre la imagen del sufrimiento de Nuestro Señor en el transcurso de su camino hacia el Calvario. Recuerdo que alguien que no era católico planteó una vez la pregunta de si la discusión y la descripción de la muerte de Cristo debían ser violentas. ¿No podrían ser más recatadas y comedidas? De hecho, podría existir un límite en el grado de realismo con el que necesitamos que se muestre la muerte de Cristo, pero las Estaciones de la Cruz y el crucifijo en cada iglesia deben recordarnos el precio de nuestra redención. Creo que los católicos hemos comprendido desde hace tiempo que no se llega a la resurrección por un camino libre de impurezas. Estábamos destinados a saber y sentir el inmenso regalo que Jesús nos dio en virtud de su pasión sacrificial y muerte.
Y tal vez ese sea precisamente el objetivo del arte sacro, ayudarnos a conocer y a sentir los misterios de nuestra fe. El 12 de diciembre, en Nuestra Señora de las Américas, cuando veo la majestuosa representación de los eventos milagrosos en el Tepeyac, no puedo evitar sentirme conmovido por la escena y cómo habla de la aparición de María a San Juan Diego. Escuchar la historia es una cosa, pero ver una maravillosa representación de la misma hace que esta cobre vida de una manera que la narración por sí sola no puede lograr.
La Hermana Wendy Beckett, una carmelita que dio charlas sobre cómo ver y apreciar el arte, publicó un volumen muy breve, “Meditaciones sobre los misterios de nuestra fe”, en el que asocia una pintura con cada una de las semanas de la Cuaresma y la Pascua, utilizando los temas de las lecturas del Evangelio de cada uno de los domingos.
Para meditar en esta Cuaresma, si no podemos acceder a las estaciones de la cruz hay abundantes imágenes disponibles también en el Internet. Si disfrutamos del don de la vista, hacemos bien en utilizar ese don para unirnos a Jesús en su agonizante, pero finalmente vivificante marcha con la cruz a sus espaldas. Con o sin el uso del arte sacro, espero que se sientan impulsados a ofrecer oraciones de agradecimiento por sus actos salvadores, pidiendo su ayuda para ‘arrepentirse y creer en la Buena Nueva’.