Satisfaciendo necesidades lejanas en nombre de Cristo
Published noviembre 3, 2023 | Available In English
Acabo de regresar de visitar una escuela católica en Ghana, África occidental, que es más que una escuela. También es un centro de salud donde la gente de los alrededores, y los estudiantes de la escuela, pueden recibir una atención médica adecuada, la cual es vital en la empobrecida región.
Esta es una escuela en la Diócesis de Ho, en la región de Volta, que ha sido concebida y construida principalmente como la visión de alguien que, hasta hace poco, residía en la Arquidiócesis de Atlanta. Los estudiantes son huérfanos VIH positivos que, sin la Escuela y Centro de Salud Papa Francisco, no tendrían la oportunidad de recibir educación y atención médica de alta calidad.
Una cosa es ayudar al emprendimiento desde lejos, como hemos intentado hacerlo varios de nosotros durante los últimos años; y otra muy distinta es interactuar con los estudiantes, ver la forma en que los maestros los inspiran y se preocupan profundamente por ellos y notar el interés activo del Obispo de Ho por atender a estos niños. Un pequeño grupo de nosotros de la Arquidiócesis de Atlanta, incluyendo el Padre Anthony Baffour, un sacerdote ghanés que trabaja en la iglesia de St. Patrick en Norcross, llevó lo que pudo a la nueva escuela: crucifijos y estatuas, balones de fútbol y uniformes, y especialmente las oraciones y los buenos deseos de muchos de nuestra zona que han querido ayudar a que este proyecto alcance sus objetivos y llegue a su fin. También pude dedicar formalmente la instalación mientras estuve allí.
Para mí, ha sido inspirador ver el interés de la gente de buena voluntad del área de Atlanta por un proyecto de este tipo. A menudo he dicho que hay un aprecio especial—y, creo, una gracia especial—por aquellos que pueden ayudar a niños necesitados en un lugar lejano, a quienes probablemente nunca conocerán, debido al mandato de Cristo de alimentar al hambriento y cuidar de aquellos que de otro modo no tendrían a nadie que cuidara de ellos. Tal es el caso de estos niños. Si no fuera por esta escuela, con adultos atentos que viven en el internado con ellos, los jóvenes se verían abandonados a una vida de virtual servidumbre en la industria pesquera que casi seguramente resultaría en más enfermedades y una muerte prematura.
Por lo tanto, quiero felicitar a todos los católicos que buscan apoyar a las personas necesitadas en todo el mundo, ya sea que las hayan conocido o sepan algo sobre ellas. A algunos de nosotros, en nuestra juventud, se nos animó a ahorrar nuestros centavos y ayudar a las misiones extranjeras. Bueno, la necesidad sigue siendo grande en muchos lugares empobrecidos. Por supuesto, aquí en los Estados Unidos no hay escases de organizaciones benéficas dignas. Cuando Jesús nos dice que demos limosna para que “todo les quede limpio”, está diciendo que cuando trabajamos para sacar a otros de su necesidad o al menos para aliviarla temporalmente, seguimos su ley y recibimos su gracia. Cuando habla de la viuda que dio la pequeña cantidad que tenía como ofrenda, nos está hablando directamente como cristianos, instándonos a escuchar las súplicas de los vulnerables y olvidados.
Agradezco a Mike Barry, fundador de la Escuela y Centro de Salud Papa Francisco, por pedirme hace varios años que lo ayudara a hacer realidad su sueño. Aún queda mucho por lograr en ese lugar antes de que esté terminado. Pero para mí, y para muchos otros, ha sido bueno mirar por encima de la pared invisible que a veces nos rodea, para ver las necesidades de aquellos que no hemos conocido excepto para afirmar que son hijos de Dios y merecen nuestra ayuda para poder vivir en paz y seguridad en la tierra y un día recibir la corona del cielo.