Vivir, ¡qué hermosa elección!
By ARZOBISPO GREGORY HARTMAYER | Published enero 6, 2022 | Available In English
“La noche está muy avanzada y se acerca el día. Abandonemos las obras propias de la noche y vistámonos con la armadura de la luz”. (Romanos 13:12)
Qué tan frecuentemente Jesús les dice a sus seguidores que se acerquen a la luz y, sin embargo, con cuán frecuencia la gente elige la oscuridad. El 22 de enero de 1973, una gran nube de oscuridad se apoderó de los Estados Unidos. Ese día, la Corte Suprema de los Estados Unidos tomó una decisión en el caso Roe v. Wade, la cual permitió que la oscuridad del aborto llegara a nuestro país.
Desde entonces, ha habido 62 millones de abortos en el país. Solo en Gregoria, en 2020, hubo 31.428 abortos. ¿Y por qué la Corte Suprema tomó tal decisión? Para encubrir la promiscuidad de la “revolución sexual” de la década de 1960.
¿No es irónico que solo un mes después de la celebración de la Navidad, la gran temporada de la luz, estemos conmemorando la oscuridad de la muerte de inocentes? Cuando recordamos la Navidad, nos imaginamos a María como madre.
¿Cómo se habrá sentido María cuando el ángel Gabriel le anunció que había sido elegida para ser Madre de Dios? Ella no podía ver el futuro. No sabía cuáles serían las consecuencias de ser la Madre de Dios. Según la cultura de su tiempo, ya que no estaba casada, enfrentaría el rechazo y se vería obligada a partir. Debió haber sentido miedo e incertidumbre. Pero su respuesta fue acorde a la de una mujer de fe: “Hágase en mí según tu voluntad”. María dijo “sí” a la vida. Dijo “sí” a la luz. Sabía que Dios tenía un plan y que él estaba en control.
La vida de María no fue fácil. Cuando llegó el momento de dar a luz a Jesús, no había lugar en las posadas, así que tuvo que parir en la pobreza de un establo. Poco después del nacimiento, ella y José tuvieron que huir a Egipto con el niño Jesús, por temor a que Herodes lo matara.
Imagínense su angustia cuando no pudieron encontrar a Jesús en el templo. Imagínense su corazón roto al ver a su hijo rechazado. Imagínense su dolor mientras permanecía al margen y veía como su hijo entregaba su espíritu, mientras lo sostenía en sus brazos por última vez. Lo importante para María fue que Dios la llamó para ser la madre de su hijo. María dijo “sí” a la vida y al Creador de la Vida.
Estamos viviendo una crisis moral. La vemos a nuestro alrededor —asesinatos, guerras, genocidios— y si todo esto no fuera suficiente, vemos ataques directos a la vida en sus etapas más vulnerables — en sus inicios y momentos finales. Cuántas veces hemos escuchado decir: “Bueno, es solo un feto o un embrión en el útero; no es realmente un bebé”.
O en palabras de los llamados expertos: “Es solo una masa de células”.
Cuando María visitó a su prima Isabel, las Escrituras nos dicen que el niño en el vientre de Isabel saltó de gozo, tan cerca estaba la salvación del hombre. Noten cuán precisas son las Escrituras: el niño en el vientre de Isabel. No un feto, ni un embrión, ni una masa de células, sino un niño. Cuán agradecidos deberíamos estar de que María haya elegido la vida. Todos deberíamos arrodillarnos y agradecer a Dios la elección de María. La elección de nuestras madres.
Estamos viviendo en un mundo materialista y ateo. Por eso hay aborto, infanticidio, eutanasia, suicidio asistido y genocidio, sin mencionar los innumerables crímenes contra la humanidad. Todo esto está sucediendo porque hemos abandonado la ética espiritual. Se ha abandonado la luz y, en cambio, se ha elegido la oscuridad. Cuando Roe v. Wade se convirtió en ley en 1973, una gran nube de oscuridad se apoderó de nuestra nación. Irónicamente, ese mismo año, también se aprobaron la Ley Federal de Especies en Peligro y la Ley de Protección de Tortugas Marinas de Florida para la conservación de las tortugas de agua dulce. Dichas leyes, de ser violadas, podrían dar como resultado multas monetarias y encarcelamiento. Es triste decir que el niño en el útero no recibe una protección similar.
¿Cuál es el problema de nuestro país? El niño en el útero es exactamente eso: un niño. No existe un bebé “no deseado”. Todo bebé es deseado. Hay una larga lista de espera para adopciones. Santa Teresa de Calcuta dijo en su discurso a un desayuno de oración hace varios años: “Les diré algo hermoso. Estamos combatiendo el aborto con la adopción, ocupándonos de la madre y de la adopción de su bebé. Al aceptarlos a ambos, estamos aceptando a Jesús”. ¡Esto es algo realmente hermoso!
¿Qué vamos a hacer con esta situación? Quiero que quienes han tenido un aborto sepan que Dios los perdona. La Iglesia está aquí para ayudarlos, para compartir su amor y curación. Todos debemos involucrarnos en programas que sirven a la vida. Debemos promover la Planificación Familiar Natural, mediante la cual los esposos están en sintonía con el regalo de la fertilidad de Dios. Debemos orar por la vida, en privado y en público. Debemos hacer sacrificios diarios por la vida. Debemos comunicar a nuestros funcionarios gubernamentales, a nuestras profesionales médicos y legales, que somos pro vida.
Como nos han dicho los Obispos de los Estados Unidos en un comunicado: “Debemos explicar, persuadir, corregir y amonestar a aquellos en posiciones de liderazgo que contradicen el Evangelio de la vida a través de sus acciones y políticas”.
No permitamos que sangre inocente corra por nuestras manos. La libre elección es contraria al cristianismo. Sin vida, no hay elección. La cultura de la muerte debe ser reemplazada por una civilización de vida y amor. La vida es buena porque proviene de Dios, quien es toda bondad. Nuevamente cito las palabras de Santa Teresa: “Si recordamos que Dios nos ama, y que podemos amar a los demás como él nos ama, entonces Estados Unidos puede convertirse en un signo de paz para el mundo”.
En su discurso a la Sesión Conjunta del Congreso de los Estados Unidos el 24 de septiembre de 2015, el Papa Francisco nos insta a recordar la Regla de Oro: “Traten a los demás como les gustaría que ellos los trataran a ustedes”. (Mateo 7:12)
Esta regla nos indica una dirección clara. Tratemos a los demás con la misma pasión y compasión con la que queremos ser tratados. Busquemos para los demás las mismas posibilidades que buscamos para nosotros. Ayudemos a los demás a crecer, de la misma forma que nos gustaría que nos ayudaran a nosotros. En pocas palabras, si queremos seguridad, demos seguridad; si queremos la vida, demos vida; si queremos oportunidades, proporcionemos oportunidades. La vara que usamos para medir a los demás será la vara que el tiempo usará para medirnos a nosotros. La Regla de Oro también nos recuerda nuestra responsabilidad de proteger y defender la vida humana en cada etapa de su desarrollo.
En respuesta al desafío del Santo Padre, la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos ha estado activa en la búsqueda de iniciativas que promuevan una cultura de la vida. Uno de esos esfuerzos es un programa nacional llamado Walking with Moms in Need. Apoyo firmemente este programa y los animo a que obtenga más información sobre este en archatl.com/ministries-services/respect-life-ministry/ways-to-help/walking-with-moms-in-need.
Inspirado por el llamado del Papa San Juan Pablo II a maximizar nuestros esfuerzos caritativos en la construcción de una cultura de la vida, la intención del programa es aumentar el alcance y la asistencia de la Iglesia a las mujeres embarazadas y las madres necesitadas. En todas nuestras parroquias y comunidades hay madres en estas condiciones. El Papa Francisco nos recuerda que nuestras parroquias deben ser “islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”. Todos en la comunidad parroquial deben saber a dónde referir a una mujer embarazada que lo necesita. Felicito a los muchos centros de ayuda para mujeres embarazadas en crisis ubicados en la arquidiócesis y sus alrededores, los cuales actúan como faros de luz ofreciendo esperanza a muchas mujeres embarazadas en situaciones difíciles.
Hace algunas semanas, tuve el privilegio de bendecir una nueva clínica de ayuda para mujeres embarazadas en el centro de Atlanta. Quiero dar mi más sincero agradecimiento a las muchas personas que ofrecen voluntariamente su tiempo y recursos para construir una cultura de la vida y una civilización del amor. Que Dios bendiga todos nuestros esfuerzos.
Cuando se le preguntó a Jesús cuál es el mandamiento más importante, dijo el amor: el amor a Dios y el amor al prójimo. El niño en el útero es nuestro prójimo. La joven asustada que ha tenido un aborto es nuestra hermana. La joven que está sola y embarazada es nuestro prójimo. Debemos hacer todo lo posible para amar a nuestro prójimo, a nuestros hermanos y hermanas. Miren el ejemplo de Jesucristo. El mayor amor que puede tener un hombre es dar su vida por sus amigos. Jesús practicó lo que predicó. Él dio su vida para que pudiéramos tener vida, la vida eterna. Eso es amor, el mismo amor que inspiró a María a decir sí a Dios; el mismo amor que inspiró a nuestros padres a decirle sí a Dios. Al decir sí a la vida, Estados Unidos puede convertirse en un signo de paz para el mundo. ¿Vamos a permanecer en silencio mientras continúa la masacre estadounidense? o ¿vamos a recordar a nuestros servidores públicos su obligación de proteger la sagrada dignidad de toda vida humana y salvaguardar el bien común? ¿Vamos a elegir la oscuridad y a rechazar la luz? o ¿vamos a decir sí a la vida y a defenderla con todo lo que tenemos?
Que Nuestra Señora de Guadalupe, Patrona de los No Nacidos, interceda por nosotros y ¡que el Señor los bendiga con su paz!