Pasando de espectadores a participantes
By BISHOP JOEL M. KONZEN, SM | Published febrero 25, 2021 | Available In English
Recientemente, he tenido el privilegio de celebrar la misa en algunas de nuestras iglesias, las cuales han estado tan llenas como las restricciones actuales lo han permitido. Este hecho me ha causado una gran alegría y alivio, ya que la experiencia del año pasado de celebrar una Misa de Vigilia Pascual en una iglesia vacía fue terrible.
Los clérigos no podemos evitar hablar unos con otros sobre quiénes volverán a asistir a misa en persona y cuándo volverán a hacerlo. Por mucho que nuestra Iglesia se haya beneficiado del fenómeno de las trasmisiones en vivo de la misa en nuestra pandemia, durante estos días, la diferencia principal entre participantes y espectadores yace justo en el centro de esta cuestión. Cuando vemos deportes por televisión obviamente somos espectadores, pero si asistimos en persona a un juego tenemos la oportunidad de ser participantes en una escala limitada, ya que podemos animar a nuestro equipo favorito. Ser participantes es siempre una experiencia diferente.
Leer el Acto de Comunión Espiritual en el altar antes de la distribución de la Sagrada Comunión es algo desgarrador. Sé que quienes están viendo la misa a larga distancia quieren estar presentes y sienten su ausencia de manera profunda. Pasar de participantes a espectadores es una pérdida palpable. De hecho, aquellos que están en sus hogares están participando espiritualmente y no físicamente. Sin embargo, nuestra fe como católicos se practica en el contexto físico de compartir nuestra adoración con el sacerdote, el diácono y nuestros hermanos.
La expresión en latín lex orandi, lex credendi, en pocas palabras significa que la manera en la que oramos da forma a la manera en la que creemos. Precisamente aquí es donde incrementa la preocupación. ¿Llegaremos a creer que nuestra fe se practica tan bien o casi tan bien desde una silla en casa o vista a través de una transmisión en nuestro teléfono? ¿Dejaremos de necesitar la presencia de otros en un espacio sagrado? ¿Nos acostumbraremos incluso a practicar nuestra fe sin recibir la Eucaristía? Ya muchos se preguntan, ¿Qué significa ser católicos sin recibir la Eucaristía? La esperanza ha sido que esta privación es temporal y que muy pronto podremos volver a lo que siempre fue segunda naturaleza.
Supongo que la mayoría de nosotros preferiríamos ser espectadores que participantes cuando se trata de los Juegos Olímpicos de Invierno. Pero en cuanto a la Santa Misa, queremos y necesitamos ser participantes, no espectadores. Ver las iglesias y las misas al aire libre llenas, hasta donde las circunstancias lo permiten, es un regreso, aunque gradual, a lo familiar. Para aquellos que están sanos y tomando precauciones, el placer de asistir a misa es visible. Para aquellos que aún no pueden o no están listos para regresar debido a sus condiciones de salud o al temor de infectarse, la espera es larga y dolorosa.
Agradecemos el papel que está jugando la tecnología al intentar unir a la Iglesia remota con la Iglesia en persona. Las parroquias están ofreciendo más que misas de fin de semana en línea. Ofrecen oportunidades de educación, reuniones de asesoría, chequeos para los confinados en casa, enlaces a la adoración del Santísimo Sacramento en línea y más. Y así continua nuestra lucha, mirando hacia ese momento en que la vacuna permita que más personas regresen al mundo de la participación eucarística. En Lumen Gentium, ese importantísimo documento del Concilio Vaticano II, leemos: “Confortados con el cuerpo de Cristo en la sagrada liturgia eucarística, [los fieles] muestran de un modo concreto la unidad del Pueblo de Dios, significada con propiedad y maravillosamente realizada por este augustísimo sacramento”.
Anhelamos recibir la Eucaristía y conformar el Cuerpo de Cristo a través de nuestra unidad como Iglesia. Cualquier cosa menos, siempre será menos. Oremos para que la salud vuelva a la tierra para que podamos volver a participar del verdadero Sacrificio que es nuestro hogar y nuestra esperanza.