Un puente hacia los no nacidos
Published octubre 29, 2020 | Available In English
El Papa Francisco es un hombre dedicado al diálogo y a construir puentes entre las personas sin importar el tema. Su referencia constante a la construcción de puentes en lugar de muros resuena conmigo como un estilo pastoral que se necesita en la actualidad.
La Iglesia no puede vivir detrás de los muros de una cancillería; ella debe escuchar, conversar y predicar. Los obispos no deben limitarse a proclamar la doctrina, deben cenar con aquellos que se sienten alienados de la Iglesia y estar abiertos a sus críticas.
El Papa Francisco, el “Pontifex Maximus” (es decir, el Gran Constructor de Puentes), dijo una vez en referencia a aquellos que prefieren construir muros, que “terminarán presos por los muros que han construido”. Al escribir esto no me refiero a que debemos ir en contra de la seguridad nacional, porque defender la propia patria es importante.
Hoy en día, se gastan millones de dólares en seguridad cibernética para mantener alejados a quienes buscan robar información valiosa. La imagen de un castillo con murallas fortificadas evoca una sensación de fuerza, capaz de repeler amenazas no deseadas y parece intimidante para quienes viven fuera de su protección. Además, el castillo con sus murallas puede también reflejar una comunidad exclusiva de personas que viven con miedo constante.
Los puentes acercan a las personas en el camino de la paz y el puente levadizo permite que las personas entren y salgan libremente. Jesús es el puente entre el cielo y la tierra, el Mediador entre Dios y el hombre (1 Tim 2, 5). Él no construye muros, sino que nos desafía a derribar algunos para construir puentes, por ejemplo, los muros económicos que afectan a las naciones en desarrollo y no promueven la dignidad humana básica. La historia de Lázaro quien suplicaba a la puerta de un rico nos desafía a ir más allá de una vida de lujo para vivir una vida de caridad (Lc 16, 19-31).
Consideremos la imagen de un puente en referencia a los no nacidos. A estos hijos de Dios se les niegan los derechos y la dignidad como seres creados a imagen y semejanza de Dios (Gn 1, 26). Detrás del muro de la privacidad personal, como lo interpreta la Corte Suprema, se encuentra la cuestión de la persona sin voz no nacida quien ha sido concebida para vivir. Si no construimos un puente hacia los no nacidos, no defenderemos la dignidad humana y estaremos presos por un sentido equivocado de libertad.
Es necesario hablar por el niño cuyo corazón late y entablar un diálogo con los hombres y mujeres que viven con miedo al futuro. Una organización que está construyendo puentes con los no nacidos y que enseña la importancia de la maternidad y la paternidad es la Clínica de Ayuda para el Embarazo de Atlanta, conocida en inglés como the Pregnancy Aid Clinic of Atlanta. Los servicios de ultrasonido, pruebas de embarazo gratuitas y educación son formas efectivas de construir puentes para salvar vidas. Nosotros también debemos apoyar esos esfuerzos para poder convertirnos en una voz para aquellos que no pueden hablar y que siempre están en peligro.
El Señor escucha el clamor de los pobres (Sal 34). ¿Estamos escuchando el clamor de los hijos de Dios indefensos y sin voz? Nuestro silencio con respecto a los no nacidos indica que aceptamos que aquellos que no son deseados pueden dejarse de lado, los más vulnerables e indefensos.
La ilusión de que la libertad es una opción autónoma es un muro que debe derribarse. En el corazón de la Iglesia está la caridad, no la licencia para hacer lo que uno quiera sin interferencia. La caridad no conoce barreras y es el puente hacia una cultura pro vida y una auténtica libertad.