Gracias a Dios por la libertad
By Bishop Bernard E. Shlesinger III | Published julio 9, 2020 | Available In English
Mi padre de 96 años vive en la casa de la familia en el norte de Virginia con mi hermana Anne. Ambos salen de la casa en el auto casi todos los días para rezar el rosario, estacionándose en un lugar con vista al río Potomac. Debido a la pandemia, él ha tenido que renunciar a su ejercicio semanal habitual en la bolera y ahora se resigna a recorrer de un lado a otro la entrada del garaje de su casa. Para muchos adultos mayores que están experimentando restricciones como él, el pasado 4 de julio fue notablemente sombrío y menos alegre, especialmente para mi padre sin el pasatiempo nacional del béisbol.
En lugar de concentrarnos en lo que podríamos estar perdiendo o en lo que está afectando a esta nación durante una pandemia, propongo que nos dediquemos a agradecer más y a profundizar nuestra comprensión de la libertad. G. K. Chesterton escribió: “La finalidad de la vida es la apreciación. No tiene sentido no apreciar las cosas, y no tiene sentido poseer más cantidad de ellas, si no las apreciamos”. ¿Acaso el relato bíblico de la cura de los diez leprosos no nos reta a dar gracias durante una pandemia bajo una luz más concienzuda? (Lucas 17: 11-19) Cuando los leprosos fueron curados y se terminó la cuarentena de la lepra, solo uno de ellos regresó para dar gracias. Jesús preguntó: “Diez hombres fueron sanados, ¿dónde están los otros nueve? ¿Nadie más que este extranjero ha regresado para dar gracias a Dios?” Nuestro agradecimiento no debería disminuir a medida que lidiamos con las restricciones a nuestra forma de vida.
Un ejemplo de promover el aprecio y agradecimiento por los dones que Dios le ha otorgado a una nación proviene del Presidente Lincoln. Lincoln vislumbraba un futuro lleno de promesa y un nuevo nacimiento de la libertad para nuestra nación. Declaró el último jueves de noviembre un día de Acción de Gracias durante el tiempo de la guerra civil que azotaba y afectaba a una nación que se enfrentaba a los problemas de derechos e igualdad. No debemos dudar al agradecer los sacrificios realizados por millones de personas que cuidan a los enfermos, realizan investigaciones para encontrar una vacuna o trabajan en nuestros supermercados y otros servicios esenciales. Deberíamos estar agradecidos por nuestros funcionarios públicos y aquellos que nos protegen impartiendo la ley o que sirven en el ejército mientras se consideran las reformas. Yo personalmente, agradezco especialmente a nuestro clero y al personal de nuestras parroquias, a aquellos que trabajan en nuestra cancillería y a los muchos que trabajan y son voluntarios en Caridades Católicas Atlanta. Pero, por encima de todo, cada uno de nosotros debería dar gracias a Dios por el regalo de la libertad. “Cristo nos liberó para ser libres”. (Gálatas 5: 1) Esta LIBERTAD no es una licencia para hacer lo que queramos sino una liberación del pecado y una responsabilidad de amar sin medida. Vivamos esta libertad y “estén siempre alegres. Nunca dejen de orar. Den gracias a Dios en todo momento, porque eso es lo que Dios quiere para ustedes en Jesucristo”. (Tesalonicenses 5: 16-18)