Una historia de dos viajes
By Archbishop Wilton D. Gregory, Commentario | Published febrero 20, 2019 | Available In English
En el siglo XIII, cuando San Francisco de Asís viajó de Italia a Egipto, ese tipo de viajes náuticos largos eran peligrosos y carecían de las comodidades que ofrecen los viajes de la vida moderna. Los barcos siempre intentaban navegar lo más cerca posible de la costa en caso de que hubiera emergencias. No había conexiones a Internet, ni receptores GPS, ni siquiera dispositivos de predicción del tiempo. A pesar de ello, Francisco hizo este viaje para encontrarse con el mundo islámico en un momento en que las cruzadas todavía estaban de moda. Incluso creyó que existía la posibilidad de convertirse en un mártir en un ambiente hostil. Sin embargo, finalmente regresó a casa con un nuevo respeto por sus hermanos musulmanes y su devoción a la oración.
Ochocientos años después, otro Francisco realizó recientemente un viaje pionero similar al mundo islámico. Si bien los medios de su viaje fueron mucho más eficientes y seguros, el resultado fue tan incierto como el del primer Francisco. Hoy en día, las cruzadas son cosa del pasado, pero no los malentendidos ni la violencia demasiado frecuente que aún separa a las religiones cristiana e islámica. Gran parte de esto se debe a la falta de conocimiento mutuo. Esta es quizás la razón más importante por la cual tanto San Francisco como el Papa Francisco hicieron sus viajes, a pesar de que ocho siglos separaron sus travesías.
La ignorancia es regularmente el suelo fértil en el que germina la violencia humana. El Santo Padre y San Francisco estuvieron ambos dispuestos a arriesgarse en un peligroso viaje para promover un encuentro interreligioso. Cuando el primer Francisco partió de Italia, estoy seguro de que muchos de sus colegas estaban preocupados por su seguridad y quizás le aconsejaron que no viajara. El segundo Francisco probablemente recibió consejos cautos similares de sus contemporáneos. Sin embrago, ambos viajeros estaban decididos y llevaron a cabo sus planes con valentía.
El mundo islámico continúa siendo un enigma para la mayoría de los cristianos, y sospecho que muchos musulmanes tienen poco o ningún conocimiento preciso y propio de los cristianos. Aún más, esto es cierto a pesar del hecho de que cada religión tiene actualmente más de un billón de seguidores en todo el mundo. Somos demasiados para permanecer simplemente ignorantes ante las creencias y costumbres religiosas del otro. El mundo en el que vivimos necesita que demos testimonio de comprensión y respeto mutuo como un signo de los más altos principios religiosos que pertenecen a cada tradición religiosa. Ambos viajes impulsaron esa meta. Al concluir su reciente viaje, el Papa Francisco firmó conjuntamente un documento con el jeque egipcio Ahmad al-Tayeb, el gran imán de Al-Azhar, instando a los cristianos y los musulmanes a comprometerse a promover la “Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común”.
El Papa y el santo, que comparten el nombre de Francisco, se atrevieron a acercarse al islam en un gesto de respeto y diálogo. El islam, a cambio, se atrevió a escuchar las voces de estos misioneros cristianos de paz. Existe la esperanza de que sus encuentros promuevan el respeto mutuo y la disminución del odio y la violencia que ha impactado la historia humana en esta parte del mundo y ha derramado sangre en otros lugares más recientemente.
Viajar es mucho más fácil 800 años después de que el primer Francisco hiciera su viaje, pero los desafíos de vivir juntos en armonía y respeto permanecen sin resolver. Por eso el segundo Francisco tuvo que hacer su viaje algunas semanas atrás. Que los esfuerzos de estos dos hombres valientes, cuyas intenciones afines están separadas por ocho siglos, y la receptividad de sus anfitriones islámicos tanto del pasado como de hoy, den fruto pronto para todo el mundo.
En el siglo XIII, cuando San Francisco de Asís viajó de Italia a Egipto, ese tipo de viajes náuticos largos eran peligrosos y carecían de las comodidades que ofrecen los viajes de la vida moderna. Los barcos siempre intentaban navegar lo más cerca posible de la costa en caso de que hubiera emergencias. No había conexiones a Internet, ni receptores GPS, ni siquiera dispositivos de predicción del tiempo. A pesar de ello, Francisco hizo este viaje para encontrarse con el mundo islámico en un momento en que las cruzadas todavía estaban de moda. Incluso creyó que existía la posibilidad de convertirse en un mártir en un ambiente hostil. Sin embargo, finalmente regresó a casa con un nuevo respeto por sus hermanos musulmanes y su devoción a la oración.
Ochocientos años después, otro Francisco realizó recientemente un viaje pionero similar al mundo islámico. Si bien los medios de su viaje fueron mucho más eficientes y seguros, el resultado fue tan incierto como el del primer Francisco. Hoy en día, las cruzadas son cosa del pasado, pero no los malentendidos ni la violencia demasiado frecuente que aún separa a las religiones cristiana e islámica. Gran parte de esto se debe a la falta de conocimiento mutuo. Esta es quizás la razón más importante por la cual tanto San Francisco como el Papa Francisco hicieron sus viajes, a pesar de que ocho siglos separaron sus travesías.
La ignorancia es regularmente el suelo fértil en el que germina la violencia humana. El Santo Padre y San Francisco estuvieron ambos dispuestos a arriesgarse en un peligroso viaje para promover un encuentro interreligioso. Cuando el primer Francisco partió de Italia, estoy seguro de que muchos de sus colegas estaban preocupados por su seguridad y quizás le aconsejaron que no viajara. El segundo Francisco probablemente recibió consejos cautos similares de sus contemporáneos. Sin embrago, ambos viajeros estaban decididos y llevaron a cabo sus planes con valentía.
El mundo islámico continúa siendo un enigma para la mayoría de los cristianos, y sospecho que muchos musulmanes tienen poco o ningún conocimiento preciso y propio de los cristianos. Aún más, esto es cierto a pesar del hecho de que cada religión tiene actualmente más de un billón de seguidores en todo el mundo. Somos demasiados para permanecer simplemente ignorantes ante las creencias y costumbres religiosas del otro. El mundo en el que vivimos necesita que demos testimonio de comprensión y respeto mutuo como un signo de los más altos principios religiosos que pertenecen a cada tradición religiosa. Ambos viajes impulsaron esa meta. Al concluir su reciente viaje, el Papa Francisco firmó conjuntamente un documento con el jeque egipcio Ahmad al-Tayeb, el gran imán de Al-Azhar, instando a los cristianos y los musulmanes a comprometerse a promover la “Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común”.
El Papa y el santo, que comparten el nombre de Francisco, se atrevieron a acercarse al islam en un gesto de respeto y diálogo. El islam, a cambio, se atrevió a escuchar las voces de estos misioneros cristianos de paz. Existe la esperanza de que sus encuentros promuevan el respeto mutuo y la disminución del odio y la violencia que ha impactado la historia humana en esta parte del mundo y ha derramado sangre en otros lugares más recientemente.
Viajar es mucho más fácil 800 años después de que el primer Francisco hiciera su viaje, pero los desafíos de vivir juntos en armonía y respeto permanecen sin resolver. Por eso el segundo Francisco tuvo que hacer su viaje algunas semanas atrás. Que los esfuerzos de estos dos hombres valientes, cuyas intenciones afines están separadas por ocho siglos, y la receptividad de sus anfitriones islámicos tanto del pasado como de hoy, den fruto pronto para todo el mundo.