Santos en nuestra historia y en nuestro medio
By Archbishop Wilton D. Gregory, Arzobispo de Atlanta | Published noviembre 1, 2018 | Available In English
Después de 35 años como obispo, cuando celebro el sacramento de confirmación con nuestros jóvenes, es poco común escuchar algo que no haya escuchado antes. Sin embargo, esta vez encontré algo nuevo cuando confirmé a un joven hace un par de semanas en la iglesia de San Gerardo Majella en Fort Oglethorpe. Él había escogido a uno de los mártires del siglo XIX de Vietnam como su santo, y prosiguió a contarme que su elegido era uno de sus descendientes. Obviamente el chico había llegado a esa conclusión a través de su familia. Los 117 mártires de Vietnam incluyen religiosos, clérigos y laicos de Vietnam y Europa. Este joven es descendiente de uno de los mártires laicos vietnamitas. Él lleva la preciosa sangre de los santos en su pasado personal.
Algunos de los santos a quienes honra la Iglesia tienen descendientes que ahora viven en nuestro mundo actual. Santa Catalina de Siena tiene familiares lejanos vivos que llevan el apellido Benincasa, el nombre de su familia. Santa Elizabeth Ann Seton tiene varios familiares aquí en los Estados Unidos que pertenecen a su familia. El beato Stanley Rother ofrecerá a muchos jóvenes en la región de Oklahoma la oportunidad de identificarse personalmente con un santo de la vida real. El beato Solanus Casey ofrecerá otra lista de familiares que pueden vincularse con la santidad. Todos estamos llamados a emular a los santos, y todo aquel que tenga un santo en su árbol familiar claramente tiene un incentivo extraordinario para seguir el ejemplo de la santidad de su propio pariente.
Esta semana, al observar Halloween, el Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, comenzamos esa época del año en la cual dirigimos nuestra atención a los santos, universales y personales, y podemos encontrar consuelo sabiendo que todos están de nuestro lado, instándonos a seguir su ejemplo para ingresar al Reino de Dios. A menudo, nuestro mundo contemporáneo retrata a los fieles difuntos como demonios, zombis y fantasmas. Son representados como espíritus que buscan hacernos daño o al menos asustarnos. Nuestra fe católica sugiere que los fieles difuntos están ansiosos de ayudarnos, de guiarnos hacia la santidad y el Reino de Dios. Incluso aquellas almas que aún esperan por su purificación en el purgatorio están allí esperando que hagamos penitencia y ofrezcamos oraciones en su nombre para ayudarlas. Ellas, a cambio, no quieren nada más que nuestra salvación.
Cada cultura tiene sus tradiciones con respecto a los fieles difuntos y algunas están más influenciadas por imágenes demoníacas que por nuestra fe. Las almas satánicas y caídas no deben ser el enfoque principal o único de esta temporada. En esta época del año, los disfraces y las máscaras son divertidos para los niños (e incluso para algunos adultos), pero igual de importante, si no más aún, son las lecciones de fe que desmienten estas prácticas.
Los niños de la escuela de nuestra Catedral y muchas otras escuelas católicas y programas de educación religiosa se vestirán de santos esta semana. Allí ellos ayudarán a restaurar el patrimonio religioso de esta semana cuando les recuerden a sus familiares y amigos que los santos están en nuestra historia y en nuestro medio para inspirarnos hacia la santidad y la vida con Dios. El joven vietnamita a quien confirmé en San Gerardo hace algunas semanas proclamó orgullosamente que era descendiente de un santo. Con suerte, él continuará indagando su árbol genealógico y decidirá que la santidad es una búsqueda a la que él y todos sus familiares y amigos deben aspirar.