Los matrimonios que perduran revelan un legado de fe
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Comentario | Published octubre 4, 2018 | Available In English
Establecer tradiciones católicas no toma mucho tiempo, especialmente aquellas felices. Me enorgullezco particularmente de haber iniciado en nuestra arquidiócesis, durante mi primer año como arzobispo de Atlanta, la celebración anual en el otoño de los aniversarios de matrimonio número 50 y 60 de nuestras parejas.
Este evento anual, ahora incluido sólidamente en nuestro calendario arquidiocesano, también se fija cada vez y con mayor anticipación en los calendarios de las parejas que lo celebran. Cada año, tan pronto como la fecha se finaliza, parejas de todas partes de la arquidiócesis comienzan a notificarle a sus hijos y nietos sobre este importante y feliz acontecimiento. Familias provenientes de todo el país se reúnen para honrar y festejar a sus padres o abuelos en esta feliz celebración. Para algunas familias este es un evento de tres días que incluye a familiares que llegan para cenar el viernes, asistir a la misa y la recepción el sábado y luego reunirse a desayunar o almorzar el domingo.
Si bien las familias pueden tener otras celebraciones más personales para honrar a una pareja que celebra un aniversario de bodas, hay algo especial en el hecho de estar en una iglesia llena de los rostros sonrientes de decenas de parejas rebosantes de alegría que celebran sus aniversarios rodeadas de sus hijos y nietos. Las festividades les recuerdan a todos en la iglesia las preciosas bendiciones de la vida de casados y le permiten a nuestro pueblo encontrar esperanza en el futuro. Son tantas las imágenes en nuestro mundo contemporáneo que sugieren la desaparición del matrimonio cristiano que el ingresar en una iglesia llena de hombres y mujeres que han logrado superar las tormentas y los desafíos para convertirse en familias sanas, santas y exitosas debe llenarlos a todos de esperanza y alegría.
Cincuenta o sesenta años de compromiso matrimonial amoroso es un legado de fe. Las parejas agasajadas serían las primeras en decirnos que el amor nace de dar y perdonar. Durante el próximo fin de semana de celebración, las parejas podrán recordar sin duda los momentos en que cometieron errores, se sintieron abrumadas o se dijeron cosas mutuamente que desearían haber callado. Esos momentos, tan dolorosos como pudieron haber sido en ese entonces, podrían ahora incluso provocar una sonrisa en sus rostros. El amor genuino puede transformar los errores humanos en sonrisas. Al igual que la pareja de Caná que quizás estaba preocupada por quedarse sin vino, estas parejas pueden recordar cuándo su fe en Cristo y en su pareja los ayudó a superar lo que en el momento podría haber parecido una tragedia.
Afortunadamente la pareja de Caná, había invitado a Jesús y a su madre a su banquete de bodas y, por lo tanto, su futuro estaba seguro. Estas parejas también han descubierto que siempre que el Señor y su madre sean huéspedes en sus hogares y corazones, ellos también están seguros y, en última instancia, bien protegidos de las crisis que inevitablemente aparezcan.
Felicitaciones a todos aquellos que celebrarán con nosotros un momento muy especial que da sentido a las palabras e historias de las Sagradas Escrituras y brinda esperanza y alegría a todos los que pertenecemos a esta familia arquidiocesana. Esta tradición de otoño se ha convertido en algo tan importante porque todos necesitamos ejemplos de familias y matrimonios exitosos, incluso hoy aún más que quizás cuando San Pablo escribió que el amor es el regalo más importante que enriquece cada vida y hace que nuestra Iglesia sea gloriosa en cualquier época.