Permanezca atento ante las estafas que impregnan nuestro mundo cibernético
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Comentario | Published junio 7, 2018 | Available In English
Hace varias semanas, mi hermana Elaine, quien vive en Vacaville, California, me llamó para preguntarme si había sido afectado por la brecha de seguridad que había impactado los sistemas de Internet de Atlanta. Le dije que no, porque nunca había tenido que utilizar el sitio de Internet municipal. La seguridad del Internet se ha convertido en una preocupación enorme para empresas e individuos a nivel mundial. Hemos descubierto, a menudo y para nuestro disgusto, que todos estamos ahora conectados en el ciberespacio en muchas más formas de las que nunca pudiéramos haber imaginado. Nuestra información personal puede ser pirateada por aquellos que desean hacernos daño, o incluso por quienes solo están demostrando su habilidad para quebrantar los sofisticados escudos de seguridad establecidos. Ocasionalmente estos ataques informáticos pueden utilizarse para extorsionar a otros, cuando los criminales se apoderan de información importante capturándola a cambio de una exigencia monetaria. A veces pueden ser utilizados para avergonzar a la gente, amenazándola con publicar información que pudiera ser personal pero también humillante. Desafortunadamente, estos ataques son cada vez más comunes.
En las últimas semanas, varias de nuestras parroquias han recibido solicitudes dudosas de fuentes desconocidas. Afortunadamente, han sido alertadas por nuestro departamento de Informática y Tecnología arquidiocesano quien les ha pedido no responder a tales comunicaciones. Quizás, usted también haya sido abordado en las redes sociales por personas que le piden dinero para lo que podría parecer una necesidad sincera enviada por una fuente que dice ser católica o trabajar para un esfuerzo caritativo de la Iglesia.
Sea muy cauteloso, y si tiene la más mínima duda, no responda; busque ayuda antes de suministrar su información personal (como el número de una tarjeta de crédito) o enviar dinero. Existen muchas solicitudes legítimas provenientes de agencias basadas en la Iglesia que trabajan arduamente para cuidar de los pobres. Estas agencias merecen nuestra respuesta generosa y apoyo. Sin embargo, también hay muchos fraudes que buscan apoderarse de sus fondos o peor aún de sus datos personales.
El verano pasado millones de personas en los Estados Unidos vieron su información personal comprometida. Descubrí que la información de mi propio Seguro Social había sido utilizada para tratar de obtener mis beneficios. Cuando quise comenzar a recibir dichos beneficios el año pasado me enteré de que alguien más ya había iniciado el proceso para reclamarlos, afortunadamente no pudieron completar el proceso. Pasé siete horas, un viernes en la oficina regional del Seguro Social, intentando aclarar esta dudosa situación. Tuve suerte de encontrar una de las mejores agentes de seguro social en el mundo, quien rápidamente me ayudó a corregir este percance.
Mientras estaba sentado esperando pacientemente a que mi situación fuera rectificada, me di cuenta de que ninguno de nosotros está exento de este nuevo tipo de delito. Personas de lugares lejanos pudieran estar incluso ahora “intentando obtener su dinero” por Internet.
Nuestras parroquias y otras instituciones católicas no están libres de los ataques cibernéticos. Estos ataques son parte del mundo en que vivimos. Todos tenemos que estar atentos, y sin embargo no sucumbir al temor de incluso utilizar el Internet para llevar a cabo nuestras actividades diarias y continuar el magnífico legado de generosidad y evangelización que tanto caracteriza a esta Iglesia local.
Cuando mi hermana llamó para preguntarme cómo me había afectado el ataque cibernético de Atlanta, me detuve a recordar que nuestro mundo ha crecido cada vez más interconectado, lo cual es algo maravilloso, ¡pero también conlleva riesgos!