Nuestra invitación a la santidad
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Comentario | Published abril 20, 2018 | Available In English
Después de servir casi 35 años como obispo, todavía me deleito celebrando el Sacramento de la Confirmación. Me encanta el tiempo que paso con nuestros jóvenes apoyándolos a medida que reciben las bendiciones del Espíritu Santo en este sacramento. Nunca me canso involucrándolos durante la ceremonia a través de preguntas y diálogo. Para mí, estos encuentros son realmente oportunidades importantes para enseñar, no solo a los niños sino también a toda la congregación que participa en este ritual de gracia.
Las preguntas que propongo son ahora muy bien conocidas y son realmente momentos para que nuestros jóvenes entiendan más claramente la fe que compartimos. También son invitaciones para que sus padres y familiares recuerden esas mismas enseñanzas de su propia fe.
Una de mis preguntas favoritas es, “¿Quiere Dios que todos nosotros nos convirtamos en santos?” El Papa Francisco contestó recientemente esa pregunta a toda la Iglesia en la publicación de su exhortación apostólica “Gaudete et Exsultate” (“Alegraos y regocijaos”), en la cual proclama francamente que todos estamos llamados a la santidad genuina según las circunstancias en nuestras vidas.
La santidad, nos recuerda el Santo Padre, no es algo limitado a las figuras de santidad del pasado de la Iglesia públicamente reconocidas, ni algo solo reservado para los clérigos o religiosos. Todos estamos convocados a convertirnos en santos en nuestras propias vidas cotidianas. El Papa toma este tema de la Constitución Dogmática sobre la Iglesia del Concilio Vaticano II, “Lumen Gentium” (“Luz de los pueblos”) (párrafo 11).
Muchas personas temen buscar la santidad porque creemos erróneamente que exige que debemos negar nuestros sentimientos, nuestra condición humana, nuestra cultura personal. El Papa Francisco rechaza esos sentimientos y maneras de pensar en su muy legible exhortación pastoral. Mientras admite que perseguir la santidad es siempre un desafío personal, esta no es imposible. El pontífice sugiere que millones de personas alcanzan la santidad cada día y utiliza el enfoque de Santa Teresa de Lisieux, la Pequeña Flor, quien sugirió que debemos esforzarnos por hacer cosas pequeñas con gran amor, siguiendo el “pequeño camino” a la santidad.
La exhortación del Papa Francisco nos invita a eliminar de nuestros corazones todo lo que bloquea el amor. Para todos nosotros, este es un recorrido de toda una vida hacia la santidad. Hacer esas pequeñas cosas, las cosas comunes, las cosas repetitivas que enfrentamos constantemente, y aceptarlas humildemente es nuestro camino a la santidad. Ya sea que seamos jóvenes o adultos, laicos o clérigos, recién convertidos o católicos de toda una vida, estamos llamados a dar pequeños pasos que debemos seguir diariamente en dirección a la santidad.
Supongo que el mayor desafío para todos es no poder ver mucho progreso al avanzar en el camino. Esto es particularmente difícil para nosotros, viviendo en un mundo que exige y espera indulgencia y soluciones inmediatas. Pero ese es el camino del amor: toma toda una vida para perfeccionar el amor, a menos que, por supuesto, seas Dios. Sin embargo tardó solo 33 años, pero incluso entonces, vino con una cruz.
¿Quiere Dios que todos nosotros nos convirtamos en santos? ¡La respuesta es un rotundo e incondicional sí! Pero los caminos que debemos tomar son generalmente lentos y frecuentemente no muy llamativos. Estamos llamados a convertirnos en santos de la rutina diaria cuyo éxito llegará solo al final cuando terminemos la carrera y reclamemos el premio.