Un voto de confianza y obediencia
Published febrero 9, 2017 | Available In English
La Iglesia Católica en el norte y centro de Georgia acaba de tener un excelente sábado. Junto con todos nuestros hermanos, nos regocijamos con el hecho de que nuestro campeón de la NFC, los Falcons, compitiera en el Super Bowl LI y con entusiasmo vitoreamos a nuestro equipo. ¡La emoción era palpable! Nuestro personal de la Cancillería fue a trabajar el viernes pasado vistiendo los símbolos y colores de los Falcons. Además de lograr con éxito sus tareas del día, también compartieron la emoción que pareció ser contagiosa en todas partes. Me enviaron fotos que demostraban su evidente anticipación de una victoria. Las personas a lo largo de nuestra zona disfrutaron de un momento especial al animar a un equipo que amamos y apoyamos. Fue un momento feliz para todos nosotros — sin embargo, el lunes fue una historia ¡totalmente diferente!
En una nota más personal, la Arquidiócesis de Atlanta dio la bienvenida a 12 nuevos diáconos el sábado pasado para ejercer su ministerio. Estos hombres están ansiosos por comenzar a servir con palabras y acciones caritativas a sus parroquias y comunidades. Sus esposas y familias disfrutaron de la emoción de su ordenación y calurosamente los abrazaron al final de la misa. Como esposos y padres, empresarios y hermanos, ellos representan la vitalidad de esta Iglesia local a medida que avanzamos en la misión de caridad y servicio que es una responsabilidad para cada uno de nosotros. Más de 70 diáconos alrededor de la arquidiócesis asistieron a la ceremonia para darle la bienvenida a sus nuevos compañeros y hermanos. En esta arquidiócesis contamos con una excelente comunidad diaconal.
Uno de los gestos discretos en la ceremonia de ordenación es el de poner las manos de los ordenados entre las manos del obispo que ordena, prometiendo al mismo tiempo respeto y obediencia. ¿Qué significa ese gesto? Es un gesto aristocrático medieval de confianza por parte del candidato. Indica que el candidato confía en su obispo y se compromete “a no usar su arma contra quien sostiene sus manos”. En resumen, el rito significa que el candidato y el obispo vivirán juntos en mutua paz y armonía.
El mismo gesto se emplea con la ordenación de un sacerdote. Los clérigos deben trabajar en colaboración y en armonía por el bien de la Iglesia. Se supone que no debemos caer en discusiones y disputas menores. Esto no significa que no podamos discrepar de vez en cuando, pero significa que no seremos testigos que obstruyan la paz que es el legado de Cristo para Su Iglesia.
En una ceremonia antes de que me ordenara como obispo, prometí solemnemente que siempre viviría en unión con el sucesor de Pedro, que seguiría siendo leal y obediente a quien cuida la Iglesia como Sumo Pontífice. Hice esa promesa primero a Juan Pablo II, quien me nombró para el episcopado, pero se ha extendido a todos sus sucesores. Fue una promesa que he tratado de vivir con integridad y fidelidad por más de 33 años.
Mi promesa al Santo Padre nunca ha significado que no pueda decirle la verdad — como la percibo. Esto resultó ser muy importante durante los años que serví como Presidente de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos porque implicaba decirle al Santo Padre acerca de las cosas terribles que había presenciado o escuchado durante esos intensos años. Yo nunca presumí que poseía toda la verdad, pero lo que sabía, lo compartiría sin temor con quien estaba encomendado con el cuidado de toda la Iglesia.
El Papa Francisco aprecia tal franqueza, tal como lo hizo San Juan Pablo II y Benedicto XVI. Lo sé porque hablé con ellos sobre cuestiones delicadas y siempre con confianza. Los papas no tienen miedo de lo que puedan escuchar. Sin embargo, en ocasiones se entristecen por lo que escuchan que solo es expresado indirectamente y que se ofrece en un espíritu de desafío y oposición a la Oficina de Pedro. Los clérigos deben fortalecer la unidad y la paz de la Iglesia. Viene con nuestro trabajo.