‘Las obras de misericordia son el centro de este Año del Jubileo’
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Commentary | Published noviembre 26, 2015 | Available In English
En las próximas semanas, se abrirán puertas en las iglesias alrededor del mundo a medida que comienza el Año del Jubileo de la Misericordia.
El Papa Francisco solemnemente abrirá las “puertas santas” de las cuatro basílicas patriarcales en Roma (St. Peter’s, St. Paul Outside the Walls, St. Mary Major and St. John Lateran). Nosotros vamos a abrir las puertas de siete iglesias designadas aquí en la Arquidiócesis de Atlanta (the Cathedral of Christ the King, Sacred Heart of Jesus Basilica, Our Lady of the Americas Mission, Holy Vietnamese Martyrs Church, St. Philip Benizi Church, the Shrine of the Immaculate Conception and the Monastery of the Holy Spirit).
Estas puertas son símbolo de la apertura y la bienvenida a las gracias de este Año del Jubileo, y son recordatorios físicos para todos nosotros del tema de la misericordia y sus consecuencias en nuestras vidas.
La Iglesia tradicionalmente ha reconocido dos categorías distintos de obras de misericordia — la corporal y la espiritual. Las obras corporales de misericordia son las actividades que pretenden atender las necesidades físicas de los demás — alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar refugio al que no tiene hogar, visitar al enfermo, rescatar al cautivo y enterrar a los muertos. Estas acciones son esencialmente una variación del pasaje del Evangelio de San Mateo (capítulo 25), cuando Jesús describe lo que el Rey hará cuando regrese en gloria al final de los tiempos y un inventario de esas normas por las cuales seremos todos juzgados.
Las obras espirituales de misericordia son amonestar al pecador, instruir al ignorante, aconsejar al que duda, consolar a los tristes, soportar con paciencia los errores, perdonar todas las heridas y orar por los vivos y los muertos.
Ambas de estas categorías de acciones de fe destacan nuestra relación con los demás y nos llaman a ser compasivos, a perdonar, a ser pacientes y misericordiosos. En mi humilde opinión, las obras espirituales de misericordia pudieran ser más difíciles de llevar a cabo que las obras corporales de misericordia porque nos exigen a todos que cambiemos nuestros propios corazones. Las obras espirituales de misericordia están fundadas en las Bienaventuranzas — y todos sabemos qué difícil puede ser para cada uno de nosotros vivir las Bienaventuranzas.
Las obras de misericordias tanto espirituales como corporales están en el centro del Año del Jubileo de la Misericordia porque como el Papa Francisco se lo ha recordado repetidamente a toda la Iglesia, todos estamos llamados al encuentro con otros y a tener un lugar especial en nuestros corazones para los pobres.
En la semana de Acción de Gracias observaremos mucha gente dedicada a las obras corporales de misericordia, a medida que voluntarios y gente generosa alrededor de nuestra nación participa en actividades de comedores de beneficencia, recogen alimentos para los indigentes y los pobres, reúnen ropa para esas mismas personas, ayudan en los centros de albergue para los que no tienen hogar y hacen muchos otros actos incontables de caridad y compasión.
Acción de Gracias es un momento en el cual no sólo cenamos abundantemente, sino que también tendemos a recordar a aquellos que no son tan afortunados como nosotros y nos acercamos a ellos de muchas formas generosas.
Las obras espirituales de misericordia no son tan fáciles de cumplir ya que exigen que dejemos de lado viejas heridas, lesiones e insultos. Estamos llamados a consolar a aquellos que sufren y están llenos de miedos y dudas. Vimos imágenes de ese comportamiento en las acciones de mucha gente en París quienes acogieron a perfectos desconocidos que fueron traumatizados y atemorizados por los ataques terroristas. Un hombre maravilloso dio testimonio de su dolor por la pérdida de su esposa y declaró que no sucumbiría al odio de los que lanzaron un ataque tan horrible a pesar de su inmenso sufrimiento.
Tales actos de piedad fueron mucho más edificantes que trabajar en un comedor de beneficencia o recolectar ropa, o incluso ofrecer albergue a los que no tienen hogar, porque fueron acciones que demostraron una transformación del corazón humano. A menudo es más fácil abrir nuestras carteras que abrir nuestros corazones.
Que este Año del Jubileo de la Misericordia no sólo nos ayude a ser más generosos financieramente, sino aún más espirituales, según las obras de misericordia que practicaremos y haremos propias.
Feliz día de Acción de Gracias, mis queridos hermanos y hermanas en Cristo.