Destacando una colaboración interreligiosa entre amigos
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Commentary | Published noviembre 12, 2015 | Available In English
He logrado convertirme en un ciudadano de Atlanta en muchas más formas de las que ustedes, o yo, ¡hace 11 años podríamos haberlo imaginado!
Ahora tiemblo con temperaturas que una vez pude haber considerado como mañanas “frescas” en Chicago. Sigo nuestros equipos deportivos locales con tanta pasión como cuando seguía a los White Sox, Bears y a Notre Dame durante mi niñez. Me quejo de nuestros particulares trancones de tráfico con la intensidad (y en ocasiones con el lenguaje expresivo) de un nativo de Atlanta.
Me enorgullezco enormemente de las muchas cosas que nosotros, los ciudadanos de Atlanta, hacemos tan bien. De allí que el miércoles 28 de octubre, me encontré disfrutando de la alegría de la comunidad católica de Atlanta reunida en una celebración festiva con nuestros hermanos judíos en el 50 aniversario de la promulgación de “Nostra Aetate“. Me sentí muy orgulloso del legado de afecto y colaboración que existe entre judíos y católicos en esta Iglesia local. La nuestra todavía no es una unión perfecta, pero es duradera y altamente valorada por ambas partes.
La exhibición de arte y fotografía que precedió el programa fue un claro testimonio de la amistad que los residentes católicos y judíos de Atlanta han compartido durante largo tiempo. Cada uno de mis predecesores en el cargo ha ayudado a avanzar en ese diálogo con su clero y compañeros judíos. El programa fue simplemente espléndido, reuniendo música, danza y una representación teatral dramática para resaltar y fortalecer una relación importante. Tenemos que destacar el trabajo pionero de nuestros predecesores. Las fotografías y reproducciones de artículos de noticias confirman que construimos sobre décadas de viejos encuentros.
Desde mis primeros días aquí como Arzobispo, he sido testigo de la importancia de nuestra colaboración con nuestros vecinos judíos. Mucho antes de los 50 años de “Nostra Aetate”, ya nos habíamos involucrado en un diálogo estrecho sobre temas que han tocado a ambas comunidades. En 1956, cuando nos convertimos en una diócesis, los católicos encontramos muchas razones para trabajar con nuestros amigos judíos, quienes como nosotros, eran una pequeña presencia religiosa en el norte de Georgia. Esa afinidad fue reforzada donde quiera que hubiera expresiones de rechazo por fanatismo religioso contra cualquiera de nuestras comunidades. Pero más que simplemente permanecer juntos en momentos de acontecimientos hostiles, también estuvimos unidos durante el movimiento de los derechos civiles y a medida que observamos el crecimiento y la expansión de Atlanta como una ciudad de clase mundial con un aumento en la diversidad empresarial, cultural e internacional.
La celebración del 50 aniversario de “Nostra Aetate”, proporcionó un momento feliz para agradecer a Dios por su bondad en nuestras vidas. Los jóvenes católicos y judíos que cantaron y bailaron juntos fueron un presagio feliz de que el futuro de nuestra cercana unión está bien establecido. Este documento del Concilio Vaticano II fue una declaración monumental de la Iglesia Católica en relación a nuestro reconocimiento y respeto hacia aquellos de otras tradiciones religiosas — especialmente nuestros amigos y vecinos judíos. Me sentí muy orgulloso de ser el Arzobispo de esta maravillosa comunidad de personas cuyo legado de afecto ecuménico es una parte tan importante de nuestro patrimonio.
Todos debemos estar orgullosos de la colaboración que produjo este evento. Públicamente agradezco a mis colegas aquí en la Cancillería quienes trabajaron por más de un año y medio para hacer de esta celebración un éxito. Cuando llegue el momento de celebrar el aniversario número 100 de “Nostra Aetate”, oro para que en ese entonces los miembros de la Arquidiócesis de Atlanta hagan una pausa para alabar a Dios por las cosas buenas que heredaron como parte del legado que les dejaremos.