Buscando las imágenes que inspiran
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Commentary | Published agosto 6, 2015 | Available In English
De acuerdo a un refrán muy popular, una imagen vale más que mil palabras. Puedo recordar vívidamente, y tal vez muchos de ustedes también lo hagan, una foto muy emotiva tomada durante la catástrofe del Huracán Katrina, de un joven blanco abrazando a una niña afroamericana durmiendo. La pequeña niña estaba dormida en sus brazos, y él fue el alma misma de la compasión para esa jovencita. El Atlanta Journal Constitution publicó esa foto tomada por el fotógrafo W.A. Bridges, Jr. como una destacada e inolvidable expresión de la bondad de la gente, la importancia de nuestra interdependencia durante esos momentos de crisis y la ternura que incluso ese extraordinario desastre logró producir en las vidas de las personas no solo directamente afectadas por esa tragedia, sino de todos los que fuimos tocados por ese evento.
Ahora otra fotografía igualmente conmovedora se ha difundido ampliamente en el Internet, capturando a un oficial afroamericano ayudando a un hombre blanco que obviamente se ve físicamente afectado por el calor del día, mientras participaba en una protesta en la capital del estado de South Carolina auspiciada por el Ku Klux Klan. El oficial en su uniforme ayudando a otro hombre que llevaba una camiseta con un símbolo racista capturó la imaginación y la atención de nuestra nación. Habló muchísimo sobre cómo se supone que debemos tratar a los demás, incluso a aquellos que no nos aman y a quienes el mundo consideraría como nuestros enemigos.
Ambas fotos nos invitan a todos a dejar atrás los diálogos viciosos y las imágenes brutales que tanto llenan las ondas de radio y el Internet. Ambos cuadros nos piden reevaluar quiénes somos y quiénes se supone que debemos ser.
Aunque estas pocas fotos capturan lo mejor de nosotros, hay demasiadas imágenes que capturan lo peor y lamentablemente las últimas parecen siempre conseguir mucha más exposición, hasta el punto de eclipsar casi totalmente los momentos más positivos y constructivos de nuestra humanidad. A pesar de que las leyes que gobiernan la comunicación social y los medios podrían proponer mejor que mientras “más sangre, más seguidores”, hay más de unos cuantos ejemplos destacados de “personas que se comportan correctamente”. Ahora al parecer aceptamos las imágenes más comunes de violencia y odio como la fuente de nuestra información, y estas pueden influir mucho más en nuestras opiniones y actitudes – ¡eso está mal!
Todos necesitamos conocer la verdad y tener acceso al periodismo honesto y preciso. No podemos ni debemos negar la presencia y maldad de la injusticia, el odio y el fanatismo, ¿pero acaso no existe algún contrapeso a las cosas terribles que suceden en nuestro mundo? ¿No necesitamos ejemplos de excelencia en nuestras vidas para guiarnos e inspirarnos tanto como de las imágenes de depravación para alertarnos y recriminarnos?
Jesús no tenía acceso a los métodos de comunicación social que hoy damos por sentados. No había Internet, Twitter, Instagram o Facebook disponibles para él. Él simplemente hablaba de historias que cambiaban vidas, parábolas para pintar cuadros que capturaban los corazones de Sus discípulos.
No tenemos una imagen real del Buen Samaritano, pero tenemos la increíble imagen mental de un individuo que fue contracultural en la forma más fundamental de amar (incluso a quienes no encajaban en las categorías de aquellos a quienes se esperaba y se suponía que debía amar). Así como las fotos a las que hice referencia de Katrina o South Carolina, el Buen Samaritano fue contrario a las normas de su mundo y por dos mil años, las personas de fe hemos tenido esta imagen a nuestra disposición para moldear nuestro comportamiento y visión moral.
El Buen Samaritano encuentra su rostro hoy en un joven universitario blanco acogiendo a una niña afroamericano durmiendo y en un oficial negro ayudando a un hombre que estaba promoviendo el odio hacia la gente de color – tal vez Jesús no necesitó Facebook para ponerle un rostro a los Buenos Samaritanos que viven en nuestro mundo hoy. Podemos darles un rostro si miramos cuidadosamente para encontrarlos.