Considerando las comunidades parroquiales, grandes y pequeñas
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Commentary | Published junio 25, 2015 | Available In English
Recientemente instalaron un nuevo par de puertas muy bonitas en la iglesia Queen of Angels en Thomson. Visité esa comunidad la semana pasada para bendecir esta nueva adición y para pasar parte de mi domingo con una de nuestras muchas parroquias que celebran su fe católica fuera del área metropolitana de Atlanta.
En realidad, Queen of Angels está mucho más cerca de la ciudad de Augusta que de Atlanta. Varias de las personas en la misa del domingo me dijeron que viven en Augusta, pero que van a esa acogedora parroquia más por afecto que por la conveniencia del viaje.
Existe una atracción y una intimidad que se ve en esas pequeñas comunidades parroquiales rurales. Más que simplemente vecinos, son como una gran familia.
Las comunidades parroquiales varían debido a su tamaño y ubicación. Nuestras grandes parroquias urbanas tienen la buena suerte de estar compuestas por miles de personas cuya diversidad y recursos pueden proporcionar muchas ventajas asociadas con grandes números. Ellas pueden ofrecer múltiples oportunidades de culto, opciones de catequesis, posibilidades de formación y alternativas recreativas. Su tamaño les da ventajas que las parroquias más pequeñas simplemente no tienen.
Pero el tamaño de las grandes parroquias también puede mantener a los feligreses como extraños en una gran multitud. Dependiendo de la misa a la que uno asista regularmente o los intereses que un individuo pudiera tener, algunos feligreses podrían no llegar a conocerse o relacionarse con otros miembros de la comunidad.
En realidad la Arquidiócesis ofrece dos experiencias de vida parroquial, y todos deberíamos llegar a respetar y valorar esta forma diversa de vivir la fe de la Iglesia según las necesidades y la ubicación de estas familias parroquiales.
He tenido la suerte de presenciar y compartir las bendiciones de ambos tipos de comunidades. La Diócesis de Belleville, Illinois, donde previamente serví como obispo, estaba compuesta en gran parte por familias parroquiales pequeñas – creyentes de pueblos y comunidades rurales pequeñas que se regocijaban del contacto personal y ofrecían a sus miembros una cercanía que debe haberse parecido a la de los inicios de la antigua Iglesia en el Libro de los Hechos de los Apóstoles. Chicago y Atlanta tienen un gran número de parroquias grandes cuyas actividades al servicio de la fe pueden ser espectaculares y envidiables en su ámbito.
Otros factores deben ser considerados cuando vemos estos tipos de comunidades parroquiales. ¿Cuántos miembros del clero son efectivamente necesarios para velar por las personas en las parroquias grandes? ¿Cuántas parroquias pequeñas puede un solo pastor atender? ¿Cuáles son las diferentes distancias geográficas que deberían separar a las parroquias? ¿Qué necesidades culturales o lingüísticas deberían determinar la independencia de una parroquia? ¿Cómo pueden cooperar las parroquias con sus vecinos en la prestación de servicios o funciones más allá de una sola comunidad? A través de nuestro Plan Pastoral Arquidiocesano, estaremos estudiando y respondiendo cuidadosamente a estas y otras preguntas relacionadas durante los próximos cinco o seis años.
Lo que sí quedó claro para mí el domingo pasado, cuando visité la parroquia Queen of Angels, es que hay bendiciones tanto en las comunidades grandes como en las pequeñas; y esas bendiciones provienen de la fe profunda del pueblo que se encuentra en esas parroquias en cooperación con la Gracia de Dios.