‘Renovar una promesa transporta el corazón’
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Commentary | Published abril 30, 2015 | Available In English
Cada Pascua, la Iglesia entera está invitada a renovar nuestras promesas bautismales. Lo hacemos en respuesta al triunfo de Cristo sobre el pecado y la muerte, lo cual nos incentiva a seguirlo cada vez con más valentía.
Cada año, reafirmamos de nuevo nuestra identidad como pueblo de Dios, y nos comprometemos a servirle y a amarnos unos a otros más efectivamente.
En la Misa del Santo Crisma anual, los sacerdotes y obispos renovamos nuestro compromiso de profesar nuestro ministerio fielmente dentro de la Iglesia y de asistir al rebaño del Señor confiado a nuestro cuidado y hacerlo cada vez de una mejor manera.
En nuestra arquidiócesis hemos comenzado la tradición de invitar cada otoño a nuestras parejas casadas que están celebrando 50 o 60 años de aniversario durante ese año, para reunirse y renovar sus votos matrimoniales como una fuente de inspiración para todos nosotros.
Estos rituales de renovación son tradiciones que pretenden recordarnos que nuestra vida de fe es en realidad un recorrido y que todos necesitamos recordatorios regulares de las promesas que hemos hecho en el pasado porque son esenciales para nuestra vida de fe en evolución.
El lunes pasado por la noche, los diáconos de la Arquidiócesis de Atlanta siguieron un patrón similar al renovar su compromiso de servir a las obras de caridad y los sacramentos que pertenecen a la Oficina del Diaconado. No estoy seguro si otras comunidades diaconales locales ofrecen a sus diáconos la oportunidad de renovar sus promesas de servicio, pero estoy encantado de que hayamos establecido esa tradición aquí en la arquidiócesis. Durante el curso del año, la mayoría de nuestros diáconos renuevan sus promesas bautismales, sus votos matrimoniales y sus compromisos diaconales. A algunos de ellos podría parecerles que siempre están renovando algún voto o promesa que han hecho en algún momento.
Renovar una promesa transporta el corazón a un momento de alegría y alienta a una persona a recuperar el entusiasmo y la esperanza del evento pasado, pero también invita a esa persona a mirar hacia el futuro y al camino que aún queda por delante.
A diferencia de Dios, todos somos personas finitas. Nuestros recuerdos tienen sus límites. Nuestras promesas de vida son progresivas. Todos nos beneficiamos de los recordatorios del corazón que nos incentivan a mirar el mañana que se avecina. La renovación de votos y promesas nos permite buscar el perdón por nuestros fracasos pasados y tener esperanza de que el futuro será mejor.
La renovación de una promesa no significa que las promesas han cesado o se han declarado nulas o sin validez, significa que una vez más buscamos entregar nuestras vidas al Señor, a aquellos que amamos y a la comunidad de la Iglesia.
Muchas parejas casadas renuevan sus votos matrimoniales regularmente como una forma de inspirar y profundizar su amor mutuo. Ya sea que renueven sus votos durante un aniversario especial o durante un momento habitual de ternura, la renovación de estas promesas de vida le asegura a la pareja que sigue siendo la fuente de vida, alegría y esperanza de su esposo o esposa.
Ahora estamos inmersos en la temporada de las renovaciones. Todo nuestro clero ha renovado recientemente sus compromisos ministeriales. La Iglesia entera ha expresado su deseo renovado de ser el pueblo de Dios y muchas parejas acaban de celebrar sus aniversarios de boda y han renovado su amor mutuo.
Con mucha esperanza nos embarcamos ahora hacia nuestro futuro, llenos de determinación, alegría y una nueva energía. Que el Señor que ha comenzado una buena obra en nosotros la lleve a su fin.