La importante pregunta sobre la pena capital
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Commentary | Published abril 1, 2015 | Available In English
El estado de Georgia recientemente accedió a posponer la ejecución de una mujer condenada a muerte debido a las preocupaciones con respecto a la calidad y por ende la eficacia de las drogas que se utilizan en el procedimiento letal.
Considero este aplazamiento, no importa cuán breve pueda ser, una bendición porque ofrece otra oportunidad para que nosotros demos un paso atrás y hagamos preguntas mucho más significativas en relación a este tema. En vez de simplemente preocuparnos sobre los métodos que se usan para quitar una vida, ¿no deberíamos más bien preocuparnos sobre si deberíamos quitar cualquier vida en absoluto?
A lo largo de los siglos y en todas las civilizaciones, los medios que se han usado en la pena capital han variado considerablemente. En las sociedades más antiguas, la pena capital con frecuencia era ejecutada públicamente, a veces simplemente para el entretenimiento de las masas y otras veces como un intento de proporcionar un claro factor disuasivo para ciertos crímenes en esa sociedad. Algunas culturas incluso hoy en día siguen imponiendo las ejecuciones públicas. En nuestras sociedades más “ilustradas,” algunas formas de ejecución pública han sido consideradas muy salvajes y muy crueles para ser usadas y por lo tanto estas comunidades buscan formas más “humanas” de quitar una vida.
No obstante, a lo largo de la historia humana, las personas han sido arrojadas a animales salvajes; quemadas vivas; arrojadas al océano con pesas desde abismos; ahorcadas, ahogadas y descuartizadas; o guillotinadas—todo como recordatorio público de que cierto comportamiento no sería tolerado. En tiempos más modernos, hemos desarrollado otros medios para quitar una vida humana—electrocutamos a la gente, les suministramos gas, les disparamos o les damos una droga letal—la sensibilidad civilizada considera estos métodos más “humanos.” La simple verdad es que mientras los medios y métodos que se utilizan para quitar una vida humana pueden parecer menos bárbaros y quizás incluso menos dolorosos, todos estos métodos imploran hacernos la pregunta de si deberíamos estar quitando una vida en absoluto.
La destrucción de una vida humana creciente dentro del útero actualmente está completamente exenta de cualquiera de estas categorías, ya que esa acción ha sido trágicamente resguardada bajo la excusa de ser una decisión privada de una persona sin importar los medios de aborto que utilice.
Las autoridades civiles han defendido la pena capital como una expresión de justicia restaurativa. Las personas que han cometido crímenes horribles deben pagar la deuda por sus acciones. Las familias que lamentablemente han sufrido la pérdida de un ser querido a veces pueden solicitar la muerte del autor como una manera de traer algún consuelo a su dolor y pérdida, aunque incluso después de la muerte del autor estos sentimientos aún perduran en sus corazones.
Algunas personas sugieren que la pena capital es un elemento disuasivo eficaz para evitar más comportamientos criminales. Las investigaciones no son concluyentes en cuanto a la eficacia disuasiva de la pena capital. Recientemente el uso de pruebas de ADN ha servido para lograr la revocación de un número de condenas penales, incluso después de haber transcurrido muchos años desde la decisión del Tribunal. La pena capital elimina esa posibilidad. Es imposible restaurar una vida que se ha perdido debido a la pena de muerte incluso si más tarde nuevas pruebas pueden revertir la decisión del Tribunal.
Con mayor unanimidad y fuerza, nuestros últimos papas han expresado sus denuncias en relación a la pena capital. El Papa Francisco ha descrito recientemente la pena capital como una admisión del fracaso de la justicia civil. Así que mientras el estado de Georgia ahora está tomando una pausa para considerar si los químicos que utilizamos son efectivos, espero que hagamos la pregunta más significativa: “¿Deberíamos estar quitando una vida humana en absoluto?”
En todos los ejemplos del uso de la pena capital a lo largo de los siglos, sólo ha habido uno que fue verdaderamente salvador, beneficioso, restaurador y único—se llevó a cabo una vez en el Calvario, y lo recordaremos de nuevo este viernes mientras damos gracias al Padre por enviar a Su Hijo a aceptarlo como el precio de nuestra redención.