Manteniendo a mi pueblo cerca de mi corazón
Published enero 8, 2015 | Available In English
Algunos de ustedes pueden haberse preguntado ocasionalmente qué significa el título Missa Pro Populo (misa por el pueblo) cuando aparece mencionada en la lista de intenciones para las misas en el boletín parroquial. Simplemente significa que los obispos y párrocos estamos obligados bajo la ley canónica a orar por nuestro pueblo.
La Iglesia Católica solicita que ofrezcamos misa el domingo de cada semana y en otras fiestas solemnes para el pueblo confiado a nuestro cuidado. Este ofrecimiento representa una obligación genuina que debemos tomar muy en serio para atender las necesidades espirituales y temporales de las comunidades que servimos. En realidad un párroco genuino no necesita ninguna ley que lo obligue a orar por su pueblo — es una de las actividades espirituales más importantes que satisfacen y llenan nuestras vidas.
Cada párroco verdadero regularmente recibe muchas peticiones para orar por una necesidad especial de un feligrés. Con frecuencia somos llamados a orar por un enfermo o un niño desobediente o por un cónyuge luchando contra una adicción, o por un hermano desempleado, o para pedirle al Señor que cure una enfermedad que afecta la vida de un feligrés. Sé que cuando la gente pide mis plegarias por ese tipo de necesidades, me recuerda que he sido confiado con la gran responsabilidad de mantener a toda mi gente cerca de mi corazón y segura dentro de mis oraciones. La ley canónica solo confirma lo que hacemos natural y conscientemente.
Al concluir la misa de la noche de Navidad este año en nuestra Catedral, una maravillosa pareja joven se me acercó y me pidió que orara por su niña que estaba en el hospital esperando por un nuevo corazón que salvara su vida. Me dieron una de esas pulseras de goma con el nombre de la niña, y la he usado desde Navidad. Cada vez que bajo la mirada y veo este modesto objeto, recuerdo esa breve conversación conmovedora, la esperanza y la ansiedad que esta joven pareja compartió conmigo al requerir mis oraciones por su hija críticamente enferma. También sé que para que sus oraciones puedan ser respondidas otra pareja tendrá que perder a su bebé, y simultáneamente oro por ellos también — sin saber quiénes podrían ser o cómo y cuándo van a suceder estos hechos.
Esa petición de oración me ha recordado lo importante que es mantener cerca en mis oraciones las necesidades de mi pueblo. Esa pulsera también me recuerda de los muchos otros momentos y circunstancias en los que me han pedido orar por una necesidad especial de uno de los míos.
De vez en cuando una petición de oración está rodeada de alegría como lo fue la de estas otras dos parejas aquí en la Arquidiócesis que están esperando su primer nieto. He llegado a conocer y amar profundamente a estas familias en particular, y por lo tanto ya había escuchado de la emoción que estos esperados nacimientos han traído a esos hogares.
Durante las vacaciones de Navidad, ambas parejas silenciosamente me pidieron que orara por la salud y la seguridad de los bebés y de las madres jóvenes que llevan dentro de ellas a estos primeros nietos. Su alegría es contagiosa y marcada de mucha risa y esperanza. Me pidieron que orara para que estos próximos meses pasaran con seguridad (y rápidamente) mientras esperan para darles la bienvenida a los nuevos miembros de sus familias.
Le gente le pide a sus párrocos unirse a ellos en oración durante momentos y eventos felices así como en situaciones angustiantes. En ambos casos, como ministros del Evangelio debemos dar prioridad en nuestros corazones y oraciones a las necesidades de nuestra gente. Bien sea recordados por un aviso publicado en el boletín parroquial o por una pulsera, nosotros los párrocos debemos llevar las necesidades y los sueños de nuestros feligreses al Señor con la segura confianza de que nuestras oraciones serán respondidas y que fortalecerán a la gente que amamos y servimos.