Arriesgándonos para ‘iluminar nuestro futuro’
Published diciembre 23, 2014 | Available In English
Probablemente a todos nos gustaría despedir el año 2014 con un poco de gracia. Durante esta última semana que nos separa de la Navidad antes del amanecer de un nuevo año, la mayoría de nosotros meditaremos sobre los acontecimientos de los últimos 12 meses y sin duda, también tendremos algunas esperanzas para el próximo año.
Cada año, conmemoramos la conclusión del año anterior con varias actividades tradicionales. Recordaremos muchas de las personalidades prominentes que han muerto durante el año y participaremos de una meditación en retrospectiva sobre los acontecimientos del año que termina. Sin embargo, este año lamentablemente debemos recordar una vez más los horribles actos de terror que han marcado el 2014 con tanta frecuencia. Incluso temo que mientras escribo esta columna y antes de que sea publicada, puedan haber más actos de violencia que ocurrirán antes de que llegue el 2015.
Nadie quisiera terminar el año con una nota tan pesimista. Nos gustaría comenzar el 2015 llenos de la esperanza que genera el nacimiento de Cristo. Recuerdo durante mi juventud que incluso en el curso de la guerra de Vietnam, los combatientes a menudo se detenían durante unas horas en honor a la maravilla que ocurrió en Belén con la Natividad de Cristo, dejando caer sus armas para reconocer que había nacido el Príncipe de la Paz. La llegada de Jesús al mundo es una pausa bien recibida al odio, la brutalidad y la masacre que a menudo impera en nuestro mundo. Este año, como nunca antes, necesitamos la esperanza que la Navidad trae al mundo.
Los grandes y dolorosos momentos de este año no deberían ser el último pensamiento que tengamos antes de comenzar el 2015. Las caricaturas del viejo encorvado, demacrado y cansado yéndose y del bebé con la pancarta del año nuevo llegando, pueden ofrecer una imagen de la transición, pero tales imágenes no captan lo que todos deseamos para un nuevo momento en la vida. La oscuridad de los muchos momentos de tristeza, violencia, odio y brutalidad del 2014 ensombrecen nuestros corazones. Sin embargo, la Luz brillante del nacimiento de ese Bebé en Belén ilumina hasta lo más oscuro de nuestro mundo pecaminoso.
La transformación diplomática que se vivió la semana pasada y que iniciará un acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, fue substancial y directamente influenciada por el Papa Francisco. Muchas personas pueden verlo como un riesgo calculado, pero estos riesgos son necesarios para iluminar nuestro futuro. Las conversaciones nacionales que ahora deben seguir los terribles acontecimientos en Ferguson, Missouri, la ciudad de New York y Cleveland, Ohio, deben apostar por la humanidad de las personas con puntos de vista diferentes y fuertemente apegados, pero tal apuesta es la única manera de avanzar en nuestra sociedad.
El Medio Oriente, Australia, Nigeria, Pakistán, México y una docena de otros lugares del planeta deben continuar la lucha en relación a la justicia, seguridad, tolerancia religiosa y pobreza; no participar en dicha actividad es permitir que la oscuridad del pecado se fortalezca sin la luz de la gracia. Nuestras propias familias y comunidades aquí en la Arquidiócesis de Atlanta enfrentan sus propias luchas de conflictos y angustias, pero también debemos afrontar esos desafíos sabiendo que la sanación y reconciliación reemplazan la separación y el miedo.
Este momento de transición entre el pasado y el futuro es una oportunidad de tener la esperanza de que incluso los peores problemas no son más grandes que la gracia de Dios, ya sea a nivel mundial o dentro de los límites de nuestros propios corazones y hogares.
Todos queremos despedir el año 2014 con un poco de gracia — y el Niño recién nacido nos ofrece a cada uno de nosotros esa posibilidad. Una muy Feliz Navidad y un Bendecido 2015 para cada uno de ustedes, mis hermanas y hermanos en Cristo.