‘La Iglesia debe recibir a todos sus hijos e hijas’
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Commentary | Published octubre 16, 2014 | Available In English
Tomó algún tiempo antes de que nuestros calendarios pudieran coincidir, pero finalmente la reunión tuvo lugar hace unas seis semanas. Desde mi punto de vista, bien valió la pena esperar. Tuve un excelente encuentro con cerca de 10 personas maravillosas provenientes de cinco o seis de nuestras parroquias. Ellos son miembros de un grupo mayor de individuos que pertenecen a muchas otras parroquias, pero que encuentran un vínculo en común al ser padres de hijos homosexuales y lesbianas.
Ellos, como cualquier otro padre, aman a sus hijos, y como fieles católicos también aman a nuestra Iglesia. Sin embargo, también están profundamente preocupados al sentir que nuestra Iglesia no ama a sus hijos, y ahí radica el conflicto que entristece sus corazones.
Como padres, ellos han enfrentado y aceptado la realidad de tener un hijo que ha compartido abiertamente su orientación sexual con la confianza y la esperanza de ser recibido amorosamente como hijo o hija. Como padres dedicados, obviamente reaccionaron con preocupación al pensar que la revelación de sus hijos se convertiría en una fuente de dolor y discriminación. Saben que a menudo ésto trae rechazo e insultos a quienes ellos aman y valoran.
Lo que esperan por ahora es que nuestra Iglesia se convierta en una Iglesia más amorosa y comprensiva del valor y la dignidad de sus hijos.
Estas personas maravillosas le pidieron al Arzobispo que si él podría amar a sus hijos con la misma compasión y comprensión que el Señor Jesús lo hizo con quienes Él encontró viviendo fuera de las normas sociales y religiosas de su tiempo.
Les aseguré que no sólo podría respetar y amar a sus hijos, sino que estaba obligado a hacerlo por el mismo mandato del Evangelio que gobierna a toda la Iglesia.
Nuestra conversación incluyó una descripción personal de los jóvenes representados por estos padres. Algunos de ellos trajeron fotografías y muchos hablaron de sus hijos entre lágrimas. Estos hombres y mujeres jóvenes fueron criados en hogares católicos, algunos asistieron a escuelas católicas y muchos participaron activamente en las actividades parroquiales.
Sus padres luego hablaron del ambiente hostil que muchos de ellos encontraron en la Iglesia. El lenguaje que la Iglesia utiliza al hablar de su orientación sexual es a menudo hostil y condenatorio. Estos padres dijeron repetidamente que sus hijos no se sienten bienvenidos en la fe de la Iglesia en la que se criaron.
Les aseguré que la Iglesia debe recibir a todos sus hijos e hijas — sin importar su orientación sexual o su situación de vida — y que no siempre lo hemos hecho con un espíritu de compasión y comprensión. Hablé de la distinción que nuestra Iglesia hace entre la orientación y el comportamiento, la cual necesita ser reexaminada y desarrollada.
Todos estamos llamados a la conversión — no sólo algunos miembros de la Iglesia.
La severidad de nuestro lenguaje moral ocasionalmente sugiere que ciertos miembros de la Iglesia son superiores a otros. San Pablo nos recuerda que “todos hemos pecado y estamos lejos de la presencia gloriosa de Dios (Romanos 3:23).”
Alenté a estos padres a continuar reuniéndose y orando juntos, y le pediré a uno de nuestros diáconos que tiene un hijo gay que me sirva de enlace con ellos. Invito a cualquier párroco que ha estado en conversaciones con feligreses que pudieran enfrentar algunos de estos mismos desafíos a ponerse en contacto con Amy Daniels en nuestra Oficina de Formación y Discipulado para que los refiera a este grupo. En noviembre celebraré una misa para este grupo en su retiro de otoño y continuaré apoyándolos ya que ellos permanecen en mi corazón, al igual que sus hijos.
Pido a todos que oren por ellos y sus hijos para que juntos podamos descubrir formas para acercarlos al corazón de la Iglesia— donde pertenecen y donde siempre hay lugar para todos. ¡Estoy muy contento de saber que el Sínodo de los Obispos está ahora mismo haciendo estas mismas preguntas en Roma!