Un desafío divertido—y una causa seria
Published septiembre 4, 2014 | Available In English
“¡El Arzobispo está empapado!” Aunque esa bien pudo haber sido la opinión considerada de algunos de nuestros fieles, la semana pasada se convirtió en el grito de júbilo del grupo juvenil de la parroquia Our Lady of the Assumption, cuando acepté su invitación al reto del balde de agua helada que ha cautivado la atención del público durante aproximadamente el último mes. Como sucede con muchas actividades populares, el propósito del reto con frecuencia pasa desapercibido ante las graciosas expresiones faciales y las reacciones de la gente que se moja. La actividad fue organizada inicialmente para crear conciencia sobre nuestra necesidad de responder a la enfermedad de la esclerosis lateral amiotrófica (ALS por sus siglas en inglés) y a aquellos afectados por ella, y ha generado un nuevo nivel de respuesta sobre la erradicación de la misma.
Este tipo de actividades,y otras tales como los desafíos ocasionales que hacen los directores de las escuelas a sus estudiantes para que lean cierta cantidad de libros, a cambio de realizar alguna hazaña absurda al final del reto como reconocimiento a su logro, están llenas con frecuencia de diversión y buen humor. En este caso, los verdaderos ganadores son por supuesto los estudiantes, cuyas habilidades de lectura incrementan durante el transcurso del año escolar.
Los festivales parroquiales con tanques de agua, a menudo invitan a figuras locales prominentes para que accedan a ser empapadas a cambio de recaudar fondos monetarios que beneficien a la parroquia o a uno de sus proyectos. Nuestros niños a menudo se ofrecen como voluntarios para afeitarse la cabeza en apoyo a otro estudiante que ha perdido su cabello durante un tratamiento de quimioterapia, este gesto siempre tiene el propósito de consolar y apoyar al joven paciente. Todo entrenador de un equipo anticipa que si es victorioso, probablemente recibirá un baño con Gatorade como expresión de agradecimiento y gran alegría. Personas de todas las edades hacen y toleran actividades públicas ridículas por motivos más nobles de los que quizá podríamos a veces reconocer claramente. El éxito de dichas actividades depende de nuestro sentido del humor, a pesar de que algunas personas (generalmente quienes carecen de un buen sentido del humor) podrían sugerir que tal comportamiento pone en peligro la dignidad del cargo o la posición.
Nuestros últimos Papas han desafiado y hecho bastante para superar esa opinión, revelando cada vez más la humanidad de quienes ocupan el oficio de Pedro dentro de la Iglesia,aun cuando sus representantes hayan tratado con frecuencia de ocultar su humanidad.
Como ya lo he escrito anteriormente, hay mucha evidencia de que el Papa Pío XII tenía canarios en el apartamento papal como pasatiempo y motivo personal de alegría. El Papa San Juan XXIII se escapaba ocasionalmente a lugares apartados del Vaticano para fumarse uno o dos cigarros lejos de las cámaras incesantes. El Obispo David Talley tiene una fotografía del Papa Pablo VI (nada menos que vestido con una bata) en medio de una noche romana para ver la llegada del Apolo 11 a la luna. El Papa San Juan Pablo II se ponía con frecuencia los penachos de los pueblos indígenas que visitaba durante sus viajes. El Papa Benedicto XVI no ocultaba su afecto por los gatos, es más quizás tenga un par de ellos en su residencia de retiro. Y el Papa Francisco ha impulsado la humanidad y el humor papal para deleite absoluto de los jóvenes que se toman ‘selfies’ con él, a veces mientras tiene puesta una nariz roja de payaso.
Incluso los jóvenes se toman la escena con el Papa Francisco y se atreven a sentarse en la silla papal durante una entrevista con este Papa. El Papa Francisco ha revelado al mundo entero que tiene un sentido del humor agradable y bien desarrollado; y ninguna de esas revelaciones ha comprometido la dignidad de su cargo, más bien ha garantizado la reverencia y el respeto por el hombre que lo ocupa. De hecho, me atrevería a sugerir que los Papas se vuelven aún más queridos y admirados a medida que revelan su humanidad y su alegría de vivir con el pueblo al que sirven.
El reto del balde de agua helada nos ha dado una ducha fría a muchas figuras públicas, pero también sospecho que no ha causado ningún daño a nuestra dignidad, ya que hemos demostrado que somos personas que participan en una causa importante, y revelado nuestra humanidad y nuestro buen humor— ambos, componentes invaluables e indispensables de nuestro oficio de líderes y dirigentes.
¡Aprecio a los jóvenes que se atrevieron a desafiarme, y creo que ellos aprecian que yo hubiera aceptado su reto!