Lo Que He Visto Y He Oído (Sept. 1, 2011)
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Commentario | Published septiembre 1, 2011 | Available In English
Unas circunstancias inesperadas han inspirado la columna de esta semana. La semana pasada, Russ Spencer de las noticias de FOX 5 me invitó a comentar sobre el creciente nivel de ansiedad que muchos están sintiendo frente a varios desastres naturales y económicos que nos aquejan hoy en día. Como todos los demás, sé que últimamente estamos enfrentando un número extraordinario de eventos inquietantes y que a veces sentimos que nuestro mundo está girando fuera de control. Nos sorprende a todos la presencia de la violencia y nos preocupan los eventos de la vida que están fuera de nuestro control.
De la nada, el viernes pasado me entere de la terrible notica del bombardeo de la oficina central de las Naciones Unidas en Abuja, Nigeria, la capital federal de la nación, y la ciudad que visitamos el Padre Dan Ketter y yo solo 10 días antes. No visitamos el sitio del bombardeo, pero si visitamos la oficina central de Catholic Relief Services y conocimos a mucha gente maravillosa quienes se ocupan de la asistencia que da la Iglesia a la gente pobre de ese país.
El personal de CRS está compuesto de jóvenes de los Estados Unidos y de Nigeria. Conocimos a un joven de Ohio que acababa de comenzar su servicio con CRS la semana anterior y a una joven de Búfalo que trabaja con el programa de asistencia de CRS para niños y adultos VIH positivos. Estos dos jóvenes ejemplares fueron a Nigeria para ayudar con la misión de la Iglesia de ayudar a los pobres y lo hicieron con corazones generosos. Sin duda sus propias familias se asustaron cuando se enteraron que el terrorismo había afectado a la ciudad en donde radican sus seres queridos.
No hemos sabido de ninguna muerte entre el personal de CRS, pero sé que la situación hizo que el Padre Ketter y yo reflexionáramos sobre nuestra visita y el efecto que tiene la violencia en las vidas de gente mundos aparte de Atlanta – gente quienes recientemente fueron nuestros corteses anfitriones.
La reacción inicial a tal violencia es huir y esconderse. El pecado siempre se manifiesta en el deseo de esconderse y quedarse aislado. Cuando Adán y Eva pecaron contra la ley de Dios, se trataron de esconder de Dios (Gn 3:8) – pero aun Dios los buscó y comenzó el largo proceso de nuestra redención.
La redención es el proceso de Dios de juntarnos y unirnos en Cristo. La gracia nos une y el pecado nos separa. Cuando los individuos usan la violencia para asustar y sembrar el pánico en otros, ellos a veces descubren que sus acciones solo sirven para unirnos y darnos de nuevo la determinación de juntarnos y enfrentar a quienes nos quieren aterrorizar. ¿Qué no fue eso lo que nos enseñó el fin de semana después del 11 de septiembre, cuando las iglesias rebozaban de personas quienes eligieron unirse en la oración y buscar la piedad y gracia de Dios?
Al acercarnos al décimo aniversario de esa tragedia en la historia de nuestro país, oremos que se renueve nuestra unión como pueblo y consigamos un nuevo propósito para pararnos el uno junto al otro a enfrentar y a rechazar todo acto del terrorismo. Que americanos de todas las religiones, razas, culturas y afiliaciones políticas hagan pausa juntos y se vuelvan a dedicar a una unión que solo se presenta frente a la división y al miedo que intentaron crear aquellos quienes quisieron separarnos.