Lo Que He Visto Y He Oído
Published septiembre 30, 2010 | Available In English
Una de las dos devociones a María iniciadas en Francia a mitad del siglo diecinueve y que fue aprobaba la Iglesia, es Nuestra Señora de La Salette. Junto con la Virgen de Lourdes, las imágenes de la Santísima Virgen que surgieron de las apariciones han viajado por todo el mundo. Millones de personas reconocen muy bien estas imágenes. El mensaje de esperanza que María dejó con los niños en las afueras de Grenoble y con la joven Bernadette en Lourdes ha ido mucho más lejos de las fronteras de Francia. Lo mismo ha ocurrido con el llamado que María nos hace para que nos arrepintamos y busquemos el perdón de Dios. No hay duda que nuestra sociedad necesita prestar atención a este mensaje de la misma manera que lo hizo la gente de Francia en el siglo diecinueve.
Somos afortunados de tener en la Arquidiócesis de Atlanta algunos de las órdenes religiosas de sacerdotes que llevan el nombre de Nuestra Señora de La Salette y que proveen un generoso servicio pastoral a la comunidad. Yo tuve el privilegio de compartir el festejo de su día patronal el sábado pasado en la Parroquia St Ann. De la misma forma en que el mensaje de su Nuestra Señora de La Salette eventualmente viajó muy lejos de los Alpes Franceses, estos misionarios religiosos han viajado por el mundo llevando las enseñanzas del Evangelio hacia los confines de la tierra.
Al siguiente día continué con la misma celebración de Nuestra Señora de La Salette en Canton donde hay una parroquia que se reúne bajo su patrocinio. Esta comunidad culminaba la celebración de su aniversario de plata con una misa al aire libre y una fiesta pública. Lo que emocionaba era ver a esta comunidad que reúne a un grupo muy diverso de gente. Las lecturas eran en inglés, español, y maya, la lengua indígena que hablaba la gente en América Central. Ciertamente, la Señora que se les apareció a los niños mientras cuidaban sus animales en la montañas de Francia se ha convertido en una figurada adorada por personas del otro lado del mundo. La Madre de Dios reúne a sus hijos donde sea que estén. La queremos como nuestra Madre, la Madre de todos nosotros, y la recibimos sin distinción de su atuendo, del color de su tez, y del lugar donde pueda haber aparecido por primera vez. En la arquidiócesis honramos y recibimos a la Madre de Dios bajo diferentes nombres, porque la Madre de Dios es verdaderamente nuestra Madre.
Esta semana se inicia el mes de octubre tradicionalmente designado como el mes del Santísimo Rosario. Habrá diferentes eventos regionales especiales para honrar a María con esta oración característica a María. No importa la imagen que tenga esta gran mujer de fe; sus hijos rezarán el rosario pidiendo por su especial intercesión y protección. Para algunos de nosotros ella llevará la imagen de Fátima, o Guadalupe, o Knock, o LaVang, o Cobre o alguna de las muchas docenas de imágenes de la mujer que le dijo “Sí” a Dios cuando la invitó a ser su Madre. Y que a través de este “Sí”, ¡ella también se convirtió en la Madre de todos nosotros! Y como toda buena madre, está siempre recordando a sus hijos que escuchen y obedezcan a su Padre, que sean amables entres ellos, y que se comporten lo mejor posible—a sinopsis de lo que le dijo a los niños en el siglo diecinueve en Grenoble y en Lourdes, Francia. ¡Parecería que el mensaje de una madre siempre es el mismo!