Lo Que He Visto Y He Oído (24 Junio 2010)
Published junio 24, 2010 | Available In English
Los tres jovencitos sentados detrás mío en la sala de Delta del aeropuerto parecían tener entre 15 y 10 años. Obviamente estaban viajando con su papá, y a los cuatro se los veía muy contentos porque acababan de conocer al Cardenal Francis George, su arzobispo. El sábado pasado el Aeropuerto Internacional de Tampa estaba inundado de obispos que se marchaban luego de asistir a la asamblea del mes de junio en La Florida.
Sin duda que al ver a tantos clérigos y conocer a su propio Obispo, provocó que uno de los jovencitos exclamase: “Puede ser que me haga cura”. Fue el comentario que picó mi curiosidad y comencé a prestar más atención a la siguiente conversación.
El papá no sólo estaba abierto a la posibilidad de que uno de sus hijos podía hacerse cura, sino que además lo estimulaba en esta opción. Fue un alivio escuchar su reacción. Con tres hijos jovencitos, estoy seguro de que había mantenido charlas similares sobre posibles vocaciones. Pero tener en el mundo de hoy a un joven papá que ofrece a su hijo un mensaje claro y positivo sobre el sacerdocio fue tranquilizante y reconfortante.
Por lo esencial de la conversación, era aparente que esta familia practicaba su fe, y que los jovencitos probablemente eran monaguillos y sin duda asistían a misa. Una vez más me sentí reconfortado al saber que una familia joven trasmitía activamente su fe a sus hijos.
Después el padre dijo algo que realmente captó mi atención: “¿Sabes? Algunas personas están ahora muy enfadadas con la Iglesia.” Y dijo luego: “Pero hay curas que son maravillosos, y yo estaría feliz si tú te hicieras sacerdote”. ¡Hombre! Me sentí genuinamente gratificado que este joven papá fuese honesto y también equilibrado en su opinión sobre la Iglesia. Aunque estos niños probablemente vivían en Chicago, para mí fue un momento feliz saber que hay padres que todavía sienten gran respeto por el sacerdocio y que aprueban abiertamente esa exploración vocacional para sus hijos.
Este sábado la Arquidiócesis de Atlanta vivirá un momento festivo y alegre al celebrar la Ordenación de seis sacerdotes. Estos hombres vienen de diferentes sectores y realmente no sé cuándo comenzaron a contemplar el sacerdocio. Me alegra saber que, durante su camino, deben haber conocido personas que estimularon su discernimiento vocacional. Quizás un padre, un hermano, un compañero de estudio, un amigo, o un sacerdote o moja que conocían. Pero en algún momento del camino fueron estimulados a perseguir su sueño de hacerse sacerdote, y el sábado será la realización de ese proceso de discernimiento.
Alabado sea Dios por plantar el pensamiento en sus corazones y por colocar personas en sus vidas que los estimularon y apoyaron a lo largo del camino.
Estos seis hombres son suficientemente maduros como para darse cuenta de que algunas personas están realmente muy enfadadas con nuestra Iglesia por varias razones. Pero como dijo el joven papá, todavía hay muchos sacerdotes extraordinarios y bondadosos que ofrecen un testimonio maravilloso de fe y fidelidad. Muchos de ellos están aquí en nuestra Iglesia regional. Ojalá que estos seis hombres se sumen a estos sacerdotes y se conviertan en fuente de estímulo para otros, en especial para muchos jóvenes que quizás sólo necesitan del testimonio de sacerdotes felices, entusiastas, santos, y alegres para que los apoyen en su propia exploración vocacional.
Esta semana también encomendamos a la misericordia de Dios a otro gran ejemplo de dedicación sacerdotal con la celebración del funeral de Mons. Dan O’Connor, que el jueves pasado partió hacia la Casa de Dios. Mons. Dan O’Connor fue un gran cristiano. Le doy gracias a Dios por los 49 años de servicio sacerdotal que entregó al Pueblo de Dios en la Arquidiócesis de Atlanta.
En 1961, cuando fue ordenado, las vocaciones por el sacerdocio eran abundantes, bastante abundantes como para dejar su Estado oriundo de Connecticut y servir en la misión sureña de la Diócesis de Atlanta. Su acento de la región de la Nueva Inglaterra nunca lo abandonó, pero su corazón estaba sin duda en el sur del país. Siempre que lo visitaba durante su enfermedad, me sentía afortunado de encontrar a alguno de los tantos laicos que habían estado allí visitándolo. Era una persona muy querida y lo extrañaremos mucho. Que el Señor Jesús lo recompense por su servicio fiel, y que muchos jóvenes contemplen la posibilidad de seguir sus pasos.