Lo Que He Visto Y He Oído (26 Noviembre 2009)
Published noviembre 26, 2009 | Available In English
¡“Le pido que rece por mí!” Recibo este tipo de pedido casi todos los días de mi vida de sacerdote. A veces me piden que rece por un hijo que se ha descarriado, un esposo o esposa enfermo, para que alguien consiga trabajo, o simplemente para que continúe la buena fortuna que alguien tiene. Las personas tienen fe en la oración, y piensan que las oraciones que les dedico a ellos tienen valor. Yo tomo muy seriamente estos pedidos y generalmente los traigo conmigo al altar donde puedo charlar tranquilo con el Señor sobre las necesidades de mi pueblo.
Cada semana ofrezco la Eucaristía pro populo—por mi pueblo. Estas misas forman parte de mi ministerio como Arzobispo. Pero cada vez que hago una pausa para escuchar las Oraciones de los Fieles—ya sea en una misa pública o durante una celebración privada en la capilla de mi casa— me acuerdo en especial de la gente extraordinariamente buena de la Arquidiócesis de Atlanta. Existe un lazo espiritual importante entre el obispo y su pueblo—entre un cura párroco y su pueblo. Las oraciones por las necesidades de nuestro pueblo forman parte de nuestra responsabilidad de servicio pastoral hacia ustedes. Sus problemas y sus necesidades están debidamente incluidos en nuestras oraciones.
Mientras leo el salmo de la Liturgia de las Horas y recuerdo los muchos sentimientos diversos que están expresados en estos 150 cánticos poéticos de fe, me enfrento con la gama completa de sentimientos y esperanzas del pueblo de la Arquidiócesis. Revivo las preocupaciones, las desilusiones, las frustraciones, las penas, las alegrías, las esperanzas que hemos de encontrar en los salmos. Sin embargo, en mi oración no estructurada, también recuerdo los anhelos del pueblo de la Arquidiócesis de Atlanta. Mientras dejo que mi corazón deambule por los acontecimientos del día o de la semana, traigo a la memoria los pedidos de oración de nuestra gente.
El jueves de esta semana tendré una razón en especial para estar agradecido: que Juan Pablo II me haya encargado cuidar del pueblo del Norte de Georgia. El viernes después del Día de Acción de Gracias (Thanskgiving) se cumplen cinco años desde que recibí una llamada telefónica del Nuncio Apostólico en Washington, D.C. En ese momento no conocía a este pueblo maravilloso, tan generoso y bondadoso, tan dedicado y apasionado con la fe.
Este día de Thanksgiving ofreceré una oración especial de agradecimiento por ser el Sacerdote de esta Iglesia regional en particular. Como es el Año de los Sacerdotes, también recordaré a mis hermanos en el Presbiterado de Atlanta. ¡Qué gentiles y entusiastas son estos hombres que comparten conmigo el oficio del sacerdocio! Debo dar gracias por ellos también y pedirle al Señor que los cuide y les dé fuerza para servir a la Iglesia.
Por último, les pido que recen por mí también dado que, al igual que todos ustedes, yo necesito el apoyo y el estímulo de las oraciones de la Iglesia y de todos sus miembros.
¡Feliz Día de Acción de Gracias mis muy queridos hermanos en Cristo!