Lo Que He Visto Y He Oído (12 Noviembre 2009)
Published noviembre 12, 2009 | Available In English
La semana pasada el tema del mal y del sufrimiento escribió un nuevo capítulo con los horrores de la masacre de muchos jóvenes en Fort Hood. Generalmente en el mes de noviembre pensamos y agradecemos a los que han servido por nosotros en el ejército y cuya generosidad y sacrificio han protegido nuestra libertad como nación. Sin embargo, algunos de estos buenos hombres y mujeres murieron o fueron heridos en un lugar que la gran mayoría de nosotros hubiese considerado muy seguro. Eran hombres y mujeres jóvenes que servían en el ejército como un acto de amor patriótico por nuestro país, y se convirtieron en víctimas de violencia al azar. Esto frustra y perturba el alma de nuestra nación.
Algunas personas tratarán de explicarlo como el resultado del fanatismo religioso, o la consecuencia de una ley demasiado blanda de armas letales, o el corolario de exaltación del exceso de violencia en la industria del cine y entretenimiento, o quizás simplemente el efecto del estrés por un extenso conflicto militar. Indudablemente la gente buscará estas razones y muchas otras para tratar de entender el horror que ahora tienen que afrontar tantas familias.
Durante la generación pasada hemos sido testigo de muchos actos de terror y odio: 9/11, el colegio Columbine High, Virginia Tech, y muchos otros más que nos hacen vacilar al preguntar: ¿Por qué Dios permite que ocurran estas tragedias?
Este sufrimiento y dolor han llevado a que gente de fe se haya preguntado lo mismo desde el comienzo de la historia humana. La misma Biblia intenta resolver este tema comenzando por el Libro de Job hasta la Pasión misma de Cristo. Jesús muchas veces le advirtió a sus discípulos (y a nosotros también) que debemos seguirlo y llevar nuestra propia cruz.
Sin embargo, la frecuente violencia aleatoria continúa desconcertando nuestros corazones. Después que todas esas industrias probablemente sean culpadas con un cierto grado de complicidad en esta tragedia en especial, después que las voces que denuncien al Islam como la fuente de este acto de terror se hayan calmado, volveremos a nuestras vidas sintiéndonos un poco más nerviosos y conmocionados. Dios nos ha creado para ser libres (a todos nos dio libre albedrío) en semejanza de su propia libertad perfecta. Podemos usar ese don de libertad para amarlo a él y a los demás tal como fue designado. O podemos usarlo para infligir mucho daño y heridas a nuestro prójimo, y de esta manera ofender y deshonrar al mismísimo autor de la libertad humana.
Estamos invitados a usar nuestra libertad para conservar y realzar la vida humana y no para destruirla. Los grandes actos de violencia atrapan nuestra atención tal como el horror que estalló en Fort Hood, Texas, la semana pasada. Lamentablemente nuestro país ha aprendido a soportar (y a defender) actos de violencia menos conocidos como los derechos del individuo. Por ello, matar a una criatura dentro del seno de la madre, destruir embriones de vida humana para experimentación, el morir voluntario de una persona críticamente enferma, no se ven como un acto horroroso de violencia o ni siquiera como algo moralmente incorrecto. Pero el terror que causa un individuo violento nos deja pasmados. ¿Será que todos necesitamos darnos cuenta de que la violencia y la destrucción, indiferentemente de donde ocurra, va en contra de la ley de Dios y de lo que desea para los seres humanos que Él creó?