Lo Que He Visto Y He Oído (16 Abril 2009)
Published abril 16, 2009 | Available In English
El Arzobispo Gregory permaneció el Jueves Santo, Viernes Santo y la Vigilia Pascual en su casa mientras continúa recuperándose de una lesión en el tobillo. Escribió esta columna desde una perspectiva diferente de celebrar el Triduo Pascual de este año.
Hay ciertas secciones de la Liturgia de las Horas que nunca había rezado hasta ahora durante este Triduo particular. La Liturgia de las Horas es el ritual de salmos, cánticos, himnos y lecturas sagradas que la Iglesia recomienda a los clérigos para que ofrezcan cada día a la Iglesia y para su propio crecimiento espiritual. Las oraciones están organizadas de tal forma que marcan el día como un tiempo sagrado, como un momento sacramental. Las instrucciones en el breviario mismo indican que ciertas horas han de ser observadas solamente por los que no asisten a las ceremonias litúrgicas correspondientes al Triduo.
Habitualmente durante los últimos 50 años, he tenido el gran privilegio de celebrar o participar en las ceremonias del Triduo Pascual. Pero debido a mi limitada movilidad temporal, este año estuve obligado a rezar esas horas que nunca antes había rezado en la tranquilidad de mi capilla. Y de esa forma descubrí algo maravilloso sobre la oración de la Iglesia; todo se enlaza en perfecta unidad y armonía durante esas horas cuando recordamos la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Cuando la Iglesia se acerca a esta época santa del año, las oraciones de la Liturgia de las Horas se fusionan con los pasajes de las Escrituras de la Liturgia de la Eucaristía y con otras prácticas de devoción. De esta manera, las dos fuentes de adoración de la Iglesia manifiestan que, en realidad, hay un solo acontecimiento que es importante durante estos días, los días más santos.
El Triduo es una época tranquila en la mayoría de las iglesias. Los altares están desnudos; se ha quitado el Santísimo del sagrario. Hay pocos rituales más allá del via crucis, las costumbres y prácticas religiosas de ciertas culturas, y las devociones musicales que nos recuerdan que Cristo ha muerto por todos nosotros. Y en su ausencia simbólica todos nos damos cuenta de que, sin Él, estamos realmente necesitados.
En esta tranquilad, la Palabra de Dios nos cuenta una historia maravillosa de su sufrimiento en silencio, de su obediencia total a la voluntad de su Padre, de la humilde aceptación de una muerte horrorosa. La Liturgia de las Horas recuerda los salmos que señalan la Pasión del Señor, las obras proféticas que aluden al destino del Mesías, las obras de los padres de la Iglesia que interpretan el significado más profundo de nuestra redención. La Iglesia se mantiene callada durante gran parte del Triduo Pascual hasta el momento en que se congrega en la oscuridad para reavivar la fe y encender la única vela que brilla en los rincones más oscuros de las iglesias, y luego pasa su pequeña luz a cada vela individual que se le acerca.
Durante la Vigilia Pascual la Iglesia da vida nueva a los nuevos católicos. Este momento es siempre una ocasión especial de alegría ya que estas maravillosas personas nos recuerdan de los grandes tesoros que poseemos en nuestra fe católica. Por primera vez se acercan ansiosamente al altar para recibir al Señor como alimento y bebida eucarística.
Este año he pasado esas horas de oración en silencio recordando lo afortunado que somos como comunidad. La Arquidiócesis de Atlanta está creciendo tanto en número como en extensión apostólica. Traemos tantos dones a nuestra comunidad y ofrecemos tanta esperanza a muchísimas personas a través de nuestras escuelas, parroquias, hospitales, Caridades Católicas, la Sociedad de San Vicente de Paul, los programas de catequesis y de jóvenes, los ministerios en las universidades y de adultos jóvenes, y con nuestro diálogo y colaboración ecuménica y entre los diferentes cultos. ¡Tengo tantas razones para ofrecer palabras de agradecimiento al Padre durante estos días especiales de fe! Deseo que todos ustedes y sus seres queridos experimenten las bendiciones y la alegría de un magnífico tiempo de Pascua.