Lo Que He Visto Y He Oído (13 Marzo 2009)
Published marzo 13, 2009 | Available In English
Al finalizar la ceremonia, una señora angustiada con lágrimas en los ojos se me acercó y me contó sobre la tragedia que había conmovido a la gente de una de nuestras parroquias. Ella y se esposo tienen una casa de vacaciones cerca de la Iglesia St. Helena en el norte de Georgia. Estaban esperando ansiosamente la inauguración oficial del nuevo edificio parroquial en el mes de agosto puesto que iba a coincidir con la celebración de sus cuarenta y un años de matrimonio. Pero el domingo pasado, temprano en la mañana, un incendio causó serios daños a la nueva iglesia que estaba casi terminada. La mujer estaba descorazonada, y sus lágrimas daban fe del gran pesar que esto había causado en esa comunidad arquidiocesana.
Los edificios de la Iglesia pertenecen a la familia de la parroquia, y la gente siente mucho interés y orgullo en la construcción y en el mantenimiento de los mismos. Durante el relativamente breve periodo que llevo como el privilegiado Arzobispo de Atlanta, he sido muy afortunado de haber compartido ceremonias de inauguración de la construcción de muchas iglesias y de su sucesiva inauguración formal.
La ceremonia de inauguración formal de las nuevas iglesias es uno de los acontecimientos más felices en la vida de una comunidad. Las iglesias, ya sean de estilo moderno o tradicional, grandes o relativamente pequeñas, recién construidas o antiguas, son importantes para la gente. Cuando un incendio produce daños en una iglesia, los fieles sienten una pena muy profunda que debería llegar a los corazones de todos los católicos que los rodean.
Hace varias semanas un sacerdote amigo mío de la Arquidiócesis de Chicago me envió un correo electrónico diciéndome que había un incendio furioso sobre el techo de la Catedral Holy Name. Son muchos mis recuerdos de esa catedral; entre ellos, mi propia ceremonia episcopal de ordenación como obispo en 1983. Inmediatamente me identifiqué con la tristeza de los fieles, del clero, y del Cardinal George, el ‘pastor’ local de ese rebaño. Tendemos a recordar los lugares donde hemos venerado y orado. Los edificios de las iglesias son importantes para todos nosotros, pues se convierten en el lugar donde están las memorias de nuestra fe.
Muchas personas se encargan del mantenimiento de las iglesias. Las limpian, las abren y las cierran, y se aseguran de que estén preparadas para las diferentes ceremonias que ofrecen a la comunidad. Les doy gracias a todas aquellas personas que son miembros del personal parroquial y a los voluntarios por su trabajo cuidadoso y generoso de manutención de las iglesias en toda la Arquidiócesis de Atlanta. Ellos nos ayudan a conservar estos lugares de adoración y oración.
Dentro de unas semanas haré una visita especial a la familia parroquial de la Iglesia St. Helena para ofrecerles nuestro apoyo. Para ese entonces, la gente del seguro habrá establecido la importancia del daño y tendrán alguna idea sobre la restauración de lo que se perdió. Pero, más importante que el simple cálculo de los costos financieros del incendio, es la expresión de apoyo de la gente de la Arquidiócesis de Atlanta a sus hermanos de la comunidad montañosa del norte de Georgia que han sufrido una gran pena en el mismo momento en que estaban anticipando disfrutar del nuevo hogar para la Iglesia.