Lo Que He Visto Y He Oído (27 Marzo 2008)
Published marzo 27, 2008 | Available In English
Yo mismo entré a la Iglesia católica hace 49 Pascuas atrás en una parroquia en la zona sur de Chicago. Conozco la excitación y el gozo que estas personas admirables vivieron durante esta Pascua. Mirarle los rostros a los que están por convertirse en católicos es siempre para mí una fuente de renovación espiritual. También lo es para los que asisten a la vigilia pascual pues estallaron en un aplauso ensordecedor cuando les di la bienvenida a nuestros flamantes católicos al finalizar la misa.
Antes de la ceremonia visité al grupo de la parroquia de la Catedral para darles la bienvenida personalmente y ofrecerles mis felicitaciones. Uno de los candidatos me preguntó: “¿Cómo se llaman entre los católicos?” Me quedé perplejo porque nunca me habían preguntado eso. Respondí que, entre nosotros, nos llamamos “Bob, Joan, Peter y Susan”. Pero la persona que hizo esta pregunta venía de un ambiente en el cual los miembros de su iglesia generalmente se dirigen entre ellos como “Hermana o Hermano Jones, McCarthy, o Anderson”. Nosotros, los católicos, no tenemos tales títulos entre nosotros, pero sin duda se nos llama a que nos tratemos unos a otros con la reverencia y el afecto que tenemos por aquellos que realmente son nuestros hermanos o hermanas en Cristo. Y es triste decirlo, ¡no siempre hacemos un trabajo perfecto en esa área! Los títulos son muy importantes y maravillosos, pero la manera en que nos tratamos unos a otros es mucho más fundamental.
Luego, una de las candidatas me preguntó: “¿Cómo lo debemos llamar a usted?” ¡Ésta es de las preguntas más sencillas pero complejas que he escuchado! Su deseo era asegurarse de que ella y su familia usaran mi título oficial correcto. Este era un indicio de la gran gentileza que practicamos en el Sur y entre católicos. Luego de mencionarle mi título oficial, pensé en esas dos preguntas y que lo más importante es la manera en que nos tratamos unos a otros.
Una de mis historias favoritas del Evangelio es el capítulo 18 de San Mateo en que surge la pregunta sobre la manera en que la comunidad debe tratar a un miembro descarriado. Mateo establece varios pasos preliminares que se deben tomar y finalmente concluye admitiendo que, si todos esos pasos fallan en recuperar al miembro desobediente, entonces se lo debe tratar como a un gentil o a un recaudador de impuestos—el texto se presenta un poco irónicamente puesto que el autor mismo del Evangelio era un recaudador de impuestos rehabilitado que había sido muy bien tratado nada menos que por el mismo Cristo.
Oro para que estos nuevos católicos sean siempre tratados bien en la comunidad y para que todos seamos más gentiles en la manera en que nos tratamos unos a otros. El Evangelio de San Mateo no sugiere que la comunidad no deba corregir a los miembros errantes o directamente ignorar los comportamientos o actitudes inapropiados; simplemente advierte a la Iglesia para que tome consciencia de que el Señor mismo estableció una norma bastante alta de seguir. ¡Aún cuando se trate de recaudadores de impuestos!