Lo Que He Visto Y He Oído (29 de Noviembre 2007)
Published noviembre 29, 2007 | Available In English
Nunca he tenido tanto tiempo para escribir mi columna semanal y, sin embargo, nunca ha sido tan penoso de hacerlo como en estas últimas semanas. Después de 12 años de escribir una columna semanal para el diario diocesano, me he dado cuenta de que la energía y la inspiración que siento en hacer esta tarea, ¡la encuentro en USTEDES!
La interacción entre el Pastor y la gente es lo que genera la mayoría de las cosas que me gusta compartir con ustedes y que reflexiono en la fe. Por eso, la cena del Día de Acción de Gracias (Thanksgiving) que compartí con una familia que conocía mucho antes de ser Arzobispo de Atlanta y con otra familia que conocí más tarde, me proporcionó la energía y el discernimiento para escribir esta columna.
Cuando llegué a la casa, el padre me dijo que su hijo más pequeño ya había decidido que esa noche iba a sentarse cerca del arzobispo durante la cena— era una decisión no negociable. Yo estaba feliz de sentarme cerca de un niño de 9 años. Supuse que quizás tenía algo importante que quería comentarme durante la cena. Pero no. Él solamente quería sentarse cerca del Arzobispo esta vez porque la vez anterior, su hermano mayor había ocupado ese sitio durante la cena, y su hermana menor lo había hecho antes que su hermano. Consideraba que era su turno.
Durante la conversación de la cena, alguien en la mesa preguntó por qué el Nuevo Testamente tenía relativamente poca información sobre la infancia y adolescencia de Jesús. Comenté que en la época antigua, los niños no eran considerados miembros muy significativos de la sociedad. Según las costumbres religiosas aún en la propia época de Jesús, los niños tenían poca importancia. Recordemos el pasaje del Evangelio cuando la gente enviaba a sus niños a Jesús y los discípulos trataban de frenar esa práctica. Jesús, al invitar a los pequeños a que se le acercaran, actuaba contra la cultura. Hoy vivimos en una sociedad que le gusta hacer resaltar a los niños. Al mismo tiempo, no obstante, incongruentemente también permite matar a los niños dentro del seno de la madre. Los niños tienen un lugar especial en el reino de Dios. En realidad, Jesús indicó que a menos que seamos como los niños, podríamos no ser invitados al reino de Dios.
Cuando ceno con familias, prefiero sentarme siempre con los niños alrededor mío. En ellos se encuentra el corazón de la familia. Quizás haya otro lugar más prestigioso en la mesa, pero ninguno es tan central a la vida de una familia como en medio de los niños de la casa. Luego me dijeron que mi compañero de cena había comentado previamente a sus compañeros de la escuela católica que, el año anterior, había tenido la cena de Pascua con el Arzobispo. Después de haber convencido a algunos no creyentes, él había dejado claro su punto: era amigo del Arzobispo. Yo visité esa misma escuela varios meses más tarde y se corrió la voz entre los alumnos que “el Papa estuvo hoy en la escuela”.
Los niños no se intimidan ni se inquietan ante los títulos—quizás esa era la razón por la cual Cristo tenía tal cariño por ellos. Quizás esa era la razón por la que Jesús indicó que tenemos que ser más como un niño para heredar el Reino. Esta época del año se describe a menudo como una época que pertenece a los niños—en realidad, ¡el reino entero de Dios les pertenece!