Lo Que He Visto Y He Oído (Deciembre 6, 2007)
Published junio 6, 2007 | Available In English
He regresado nuevamente a mi trabajo con la vivencia profunda del amor y apoyo compasivo demostrado por tantas personas de la arquidiócesis. He tratado de agradecer las tarjetas, e-mails, cartas, flores, canastas de frutas y regalos, y demás expresiones de buenos deseos. Estoy seguro de que he pasado por alto algunos, o quizás los he extraviado, y me disculpo por ese descuido. No obstante, les agradezco sinceramente a todos por su amabilidad y apoyo abrumadores. Mi calendario comenzará a retomar algo de normalidad, pero nunca podré responder adecuadamente a toda la amabilidad y aliento compasivo que he recibido. Les agradezco desde el fondo de mi corazón.
Comencé a retomar mis responsabilidades este fin de semana pasado con una reunión organizada del Consejo Pastoral Arquidiocesano. ¡Qué concurrencia maravillosa de gente de toda la Arquidiócesis de Atlanta que tenemos en esta asamblea pastoral! Ellos representan la gran diversidad que tiene la Iglesia local. Vienen de todo el territorio; representan las actitudes y opiniones religiosas de la gente aquí en el norte de Georgia. Son católicos de toda una vida, algunos se han convertido al catolicismo recientemente; son profesionales, amas de casa, clérigos y religiosos, y personas con opiniones muy diferentes. Sin embargo, había unanimidad notable sobre una inquietud relacionada con uno de los temas en la agenda para la reunión del sábado—la necesidad de la Iglesia de mejorar nuestra misión de evangelización, tanto localmente como en nuestro país.
Acoger a nueva gente en la Iglesia, darle la bienvenida a la gente que regresa a la Iglesia, atraer a la gente que vive en la periferia de la Iglesia para que se acerquen más al corazón de la Iglesia—son todas responsabilidades que se encuentran bajo el tema general de evangelización. Todos los que estaban en el Consejo Pastoral parecían tener una opinión y una historia para compartir sobre la manera en que la Iglesia podría mejorar su trabajo en esta tarea sumamente importante. Un asunto que se repetía dentro este amplio tema era cómo mantener dentro de la Iglesia a los católicos que ya tenemos. Cada una de estas preocupaciones entra legítimamente bajo el título de “evangelización”.
En el mundo de hoy, pertenecer a una organización religiosa no siempre se ve como algo positivo. Los medios de comunicación pintan a menudo las religiones organizadas desde un punto de vista muy negativo. Dentro tal contexto, el trabajo de la evangelización se hace aún más dificultoso. Sin embargo, no todo es funesto y pesimista— RCIA (siglas en inglés por Ritos de Iniciación Cristiana) es una brillante faceta de esta Iglesia local y de muchas, muchas parroquias en los Estados Unidos, donde el ritual de dar la bienvenida en la Iglesia Católica e iniciarse en los sacramentos ha demostrado ser una actividad importante. La gente se une a la Iglesia durante la Pascua con una alegría y entusiasmo que energizan no solo a los nuevos católicos, sino también a toda la familia parroquial. RCIA es una fuente de esperanza para todos nosotros. Sin embargo, se necesita hacer mucho más.
Cuando los jóvenes católicos se acercan a la Iglesia para planificar una futura boda, nosotros necesitamos darles la bienvenida, regocijarnos con ellos, estimularlos, aún cuando tengamos que desafiarlos a crecer en su entendimiento sobre cómo nuestra Iglesia considera el matrimonio, lo cual puede diferir bastante de la manera en que la sociedad considera el matrimonio. La forma en que nos acercamos a ellos en ese momento de felicidad puede resultar en un regreso triunfante a la Iglesia o en la despedida final. El Consejo habló de la fragilidad del momento cuando la tradición de la Iglesia se confronta con las expectativas contemporáneas. Algunas veces lo hacemos bien; otras veces no logramos aprovechar la posibilidad del momento.
Recuerdo una conversación que tuve hace varios meses atrás con un caballero católico que estaba descontento. Una vez más, se trataba sobre la manera en que él había vivido la Iglesia en un momento muy frágil de su vida—durante un proceso de anulación. Nuestra Arquidiócesis no se había mostrado muy sensitiva, o al menos él sintió que la persona que representaba la Iglesia no había demostrado interés en su situación. Este caballero es ahora miembro de otra comunidad religiosa. Me disculpé por lo que pudo haber sido una estimación errónea pastoral, porque eso era lo que debía hacer; no era el momento adecuado para discutir sobre temas que yo no podía ni probar ni refutar. Para mí, lo más importante que le podía transmitir a este caballero era que la Iglesia quería que él regresara. Y esa es una dimensión más de la evangelización.