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Noticias de la Arquidiócesis Católica de Atlanta

El cuidado consciente de nuestra casa común

By OBISPO JOEL M. KONZEN, SM | Published julio 10, 2025  | Available In English

Crecí en un pequeño pueblo de Ohio, donde, al igual que en muchos otros pueblos y condados, había un «club de conservación». Una asociación informal dedicada principalmente a promover la caza y la pesca sostenibles. Fue en estos grupos donde jóvenes, junto con 4-H y Future Farmers, conocieron por primera vez las ideas de conservación relacionadas con el deber de proteger nuestro patrimonio natural, incluso—y especialmente—porque esperamos que este nos sustente en el futuro.  

Bishop Joel M. Konzen, SM

Aunque todavía no estoy seguro de que haya alcanzado el impacto previsto, la encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco de 2015, subtitulada «Sobre el cuidado de la casa común», fue un comentario audaz y necesario sobre la necesidad de involucrarnos en la administración responsable del planeta que habitamos. Este documento enfocó la atención de la Iglesia y del mundo entero, en la necesidad de unir esfuerzos para garantizar que los niños de hoy y las generaciones futuras tengan todas las oportunidades para prosperar. Es nuestro deber cristiano asegurarnos de que este futuro incluya también a quienes más carecen de lo esencial para vivir con dignidad.

En Laudato Si’, el Papa Francisco escribió: «El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común. Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo».

Defender y cuidar de quienes carecen de los medios para mantenerse plenamente es, cada vez más, para quienes disfrutamos de ingresos estables y un entorno cómodo, un imperativo moral. En su encíclica Redemptor Hominis, el Papa San Juan Pablo II escribió: «Cristo nos enseña que el mejor uso de la libertad es la caridad que se realiza en la donación y en el servicio». Juan Pablo II también nos instó, como católicos, a lo que él llamó solidaridad. Un concepto ampliamente defendido en su Polonia natal en el tiempo en que el comunismo fue reemplazado por la democracia. El pontífice sentía que los pueblos libres, unidos por el deseo común de mejorar la situación de todos nuestros hermanos, serían los mejores testigos de la esperanza evangélica de ser todos uno y no dejar a nadie atrás.

Aunque mi familia inmediata no se dedicaba a la agricultura, como mis abuelos y primos, viví cerca de quienes sí lo hacían. Frente a la casa en la que crecí, había una gran granja, y cada día pasaban camiones que transportaban tomates, granos, alfalfa y remolacha azucarera para su procesamiento. Me inicié de forma natural en las nociones de cómo la tierra produce sus provisiones para nosotros y cómo nosotros, a su vez, actuamos responsablemente para asegurar su viabilidad futura. Por eso Laudato Si’ me pareció una enciclica muy sensata y oportuna.

Veo también que, a menudo son los que menos recursos tienen quienes más sufren los desastres naturales y otras fuerzas letales que escapan a su control. Si vivimos con consideración y generosidad en lo que respecta a la protección de nuestro planeta, nuestra casa común, podemos ayudar a quienes buscan criar familias con los bienes básicos y la libertad que Dios ha prometido recibirán todos los que invoquen su nombre. Además, en la medida de lo posible, debemos defender programas y estructuras que promuevan lo que el Papa Francisco llamó «ecología integral»: un cuidado de la tierra que refleja nuestras responsabilidades humanas y sociales hacia nuestro Dios y hacia nuestros semejantes.   

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