La Eucaristía y la Pascua
By EL OBISPO JOHN TRAN | Published abril 5, 2024 | Available In English
“¡Cristo ha resucitado!”
“¡En verdad ha resucitado!”
Este saludo y respuesta de Pascua son el centro de lo que ahora celebramos: la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Ha resucitado y ahora está con nosotros para siempre, hasta el fin de los tiempos. La tumba está vacía, nuestra alegría es inmensa y por tal motivo la Iglesia celebra durante 50 días, hasta la gran fiesta de Pentecostés.
Aunque celebrar por 50 días parece un desafío desalentador en una cultura que se niega a detenerse por mucho tiempo en un tema determinado, aceptemos este desafío y alegrémonos, porque el Señor en verdad ha resucitado y se ha entregado a nosotros en la Eucaristía para poder estar tan cerca como nuestro propio aliento.
Creo que a veces complicamos la sencillez de la Eucaristía cuando en realidad es la Presencia Real de Cristo, quien desea que lo consumamos para que podamos salir a amar como él ama. Mucho se ha escrito y dicho sobre la Presencia Real y, sin embargo, nada se compara con las vidas que se viven con celo eucarístico.
Cuando los discípulos en el camino a Emaús reconocieron a Jesús al partir el pan, sus ojos se abrieron, su corazón ardió y proclamaron su presencia. Cuando Saulo se encontró con Cristo resucitado en el camino a Damasco, pudo ver, su vida cambió y San Pablo recibió su misión, ser enviado a proclamar la Buena Nueva.
La Pascua nos recuerda que la Eucaristía tiene que ver con el encuentro que lo cambia todo. Nuestro amor por la Eucaristía y su poder transformador en nuestras vidas no debe mantenerse en privado. Recibimos, salimos a cumplir nuestra misión, somos enviados.
En junio de 2023, el Papa Francisco dijo a los miembros de los comités organizadores del Reavivamiento Eucarístico Nacional y del Congreso Eucarístico Nacional: “La Eucaristía nos impulsa a un amor fuertemente comprometido por el prójimo, porque no podemos realmente comprender y vivir el significado si tenemos cerrados los corazones a los hermanos y a las hermanas, especialmente a los que son pobres, sufren, están agotados o perdidos en la vida”.
En mi vida puedo señalar muchos encuentros con el Señor eucarístico. Por supuesto que el primero de ellos es su encuentro en la Presencia Real, en la consagración del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo. También lo he encontrado en las vidas de otros: los pobres, los enfermos, los desamparados, los solitarios. En aquellos que la gente suele pasar de largo: los que están en las calles, los que parecen “diferentes”. Es en esas personas y en esos rostros donde vemos a Cristo resucitado.
Desde que fui ordenado sacerdote en 1992, he tenido el privilegio de encontrar al Señor eucarístico en las personas a las que he servido y con quienes he servido. En mi última semana como párroco de la Iglesia María Reina de la Paz en Mandeville, Luisiana, me enteré con gran tristeza que una de nuestras monaguillas, Harmony Waller, había sufrido un trágico accidente automovilístico mientras conducía para asistir a mi misa de despedida. Pude ungirla en el hospital, pero el tiempo que le quedaba aquí en esta tierra fue corto. Mientras lloraba por esta tragedia, esa joven vida que se fue demasiado pronto, fui consolado por su madre, su amorosa madre adoptiva, cuyo corazón estaba destrozado, pero quien sacó fuerzas de lo más profundo de su ser para mostrarme el amor de Cristo.
Nuestro llamado es ser portadores de luz unos para los otros en nuestros tiempos más oscuros. El don de la Eucaristía es la lámpara a nuestros pies que nos ayuda en el camino para que siempre podamos ser un lugar de encuentro donde otros, al encontrarnos, puedan proclamar: “¡En verdad, [Cristo] ha resucitado!”
Nota de la editora: El Reavivamiento Eucarístico Nacional es un movimiento para restaurar la comprensión de la Eucaristía y su devoción. La columna del Obispo Tran hace parte de una serie sobre cómo la Eucaristía transforma a las personas. Lea otras columnas sobre este tema en georgiabulletin.org/column/eucharistic-revival.