Soñando con un futuro lleno de esperanza
By BISHOP BERNARD E. SHLESINGER | Published abril 17, 2023 | Available In English
No hay tema sobre el que disfrute más predicar que la misericordia de Dios. Eso es porque sé que, sin ella estamos privados de la esperanza de un remedio eterno contra las enfermedades que nos aquejan.
Sin la misericordia de Dios, no nos queda más que mirarnos a nosotros mismos de manera crítica en lugar de vernos a través de su corazón como sus hijos amados. La Divina Misericordia tiene como objetivo sanar cualquier arrepentimiento centrado en los pecados pasados, consolar los corazones que experimentan miserias actualmente y brindar esperanza cuando un futuro gozoso parece dudoso.
En primer lugar, la misericordia de Dios sana las heridas de nuestros pecados pasados y el daño psicológico que causaron. Pienso en Adán y Eva en el Jardín del Edén después de la caída, jugando a las escondidas por temor a ser expuestos. Dios, sin embargo, se aproximaba hacia ellos, buscándolos para que salieran al aire libre a experimentar su misericordia.
Después de dejar el paraíso, ambos tendrían que desprenderse de sus arrepentimientos por los fracasos pasados, en los cuales Satanás quería encarcelarlos, y caminar bajo la luz de la misericordia de Dios. Al igual que ellos, y San Pedro, nosotros también debemos aprender bien esta lección. El primer Papa podría haber tenido en su currículum “ha negado a Jesús tres veces”, sin embargo, nunca se dejó definir por su pasado y fue movido por la Divina Misericordia para cuidar su rebaño.
En segundo lugar, como lo afirma el Salmo 23, “Tu bondad y misericordia me acompañan
a lo largo de mi vida”. Dios nuestro Padre no nos está esperando en el cielo para que confesemos nuestros pecados con el fin de ajusticiarnos. Dios no nos mira desde la distancia, como si estuviera molesto, sino que busca activamente compartir su alegría con nosotros en este momento.
En la parábola del hijo pródigo, el padre persigue a ambos hijos y los busca cuando están ausentes para que puedan volver a gozar de su misericordia. En esta parábola, que es el paradigma de la misericordia de Dios, no vemos un intento de aplicar castigos justos a sus hijos, sino solo la alegría del padre cuando se celebra la reconciliación. ¿No es esta alegría la que debemos celebrar en el sacramento de la penitencia y de la reconciliación?
En tercer lugar, la misericordia debe ser el ímpetu para avanzar hacia el futuro, ya que no tenemos la garantía de tener éxito en todo momento. Podríamos reflexionar incesantemente sobre la posibilidad de fracaso, desgracia o persecución y nunca tomar la decisión de actuar.
En Pentecostés, los apóstoles abandonaron el cenáculo sin miedo a los resultados y la persecución e ingresaron a un mundo hostil con confianza. Por el poder del Espíritu Santo, ellos proclamarían a Jesús resucitado y predicarían la misericordia de Dios al mundo. Al igual que ellos, nosotros no debemos dejarnos intimidar por la debilidad humana. Debemos fortalecernos con el poder y la misericordia de Dios para predicar a un mundo que necesita soñar con un futuro lleno de esperanza.
A veces, cuando le pregunto a las personas cómo les va, escucho la respuesta “estoy viviendo mi sueño”. Entonces, me digo a mí mismo en voz baja, espero que sea un buen sueño porque por experiencia sé que ‘vivir el sueño’ de la propia imaginación puede terminar siendo una pesadilla creada por nosotros mismos. Pero vivir bajo la misericordia de Dios nos abre a un nuevo horizonte y a una confianza que no está basada en nuestro desempeño en el pasado ni en la miseria actual. Oremos por el sueño de un hermoso futuro en el que el amor de Dios nos impulse hacia adelante y su misericordia sea eterna.