Que todos puedan ser uno
By OBISPO BERNARD E. SHLESINGER III | Published octubre 17, 2022 | Available In English
Recientemente, tuve el privilegio de representar a la Arquidiócesis de Atlanta en un evento en honor al difunto arzobispo anglicano de Ciudad del Cabo, Desmond Tutu. Este tributo en el Woodruff Arts Center reunió a clérigos, políticos, ejecutivos de conocidas corporaciones, educadores, estudiantes y personas de buena voluntad en una celebración en honor a la vida y el legado de un hombre que fue fundamental para poner fin al régimen del apartheid en Sudáfrica.
Tiempo después, el Arzobispo Tutu recibió el Premio Nobel por defender los derechos humanos, la igualdad racial y la justicia restaurativa con el objetivo de lograr la paz. Carl Ware, vicepresidente ejecutivo retirado de Coca-Cola y copresidente del comité organizador del tributo, me recordó con sus palabras que, “en un momento en que estamos divididos como nación, este tributo reúne a comunidades de todos los orígenes y religiones juntos en un esfuerzo por continuar el legado del Arzobispo Tutu y comenzar nuestro camino hacia la reconciliación”.
El legado del Arzobispo Tutu me ha hecho ver cada vez con mayor claridad cuán importante es el trabajo de la justicia restaurativa para el movimiento ecuménico. La polarización se puede observar en las injusticias raciales, las iniquidades económicas y las ideologías políticas. También ha pasado desatendida en el cristianismo mismo, lo cual es contrario al modelo de unidad que Cristo ha diseñado para nosotros.
El Papa San Juan XXIII dijo que la unidad de la Iglesia era el “motivo apremiante” por el que convocaba al Concilio Vaticano II, y que la unidad de los cristianos era una de las preocupaciones principales de la Iglesia Católica. Uno de los muchos frutos del Concilio fue el decreto sobre el ecumenismo, Unitatis Redintegratio (Restauración de la unidad), el cual enfatizó lo que es bueno y santo en las diversas comunidades cristianas. El decreto instó a la oración común, el diálogo y el trabajo por la justicia y la paz.
La unidad de los cristianos nos permite cumplir la voluntad de Cristo de que “todos sean uno” (Jn. 17,20), y existir en el mundo como encarnación viva de su paz. La promoción de la justicia restaurativa y el ecumenismo es un imperativo moral para lograr esta unidad. En palabras del Papa Francisco: “Caminar juntos, para nosotros cristianos, no es una estrategia para hacer valer más nuestro peso, sino un acto de obediencia al Señor y de amor por nuestro mundo”.
El homenaje al Arzobispo Tutu me hizo comprender la necesidad apremiante de que todos nosotros desempeñemos un papel activo en la edificación del cuerpo de Cristo y en la sanación de todos aquellos que están heridos o se sienten separados de nosotros.
En los deportes, algunos dicen que “ganar lo es todo”, pero ganar no es el objetivo final cuando surge un conflicto en los matrimonios, las familias, las naciones o entre Iglesias cristianas. En el proceso de combatir el conflicto y la injusticia, también debemos recordar que aún quedan las tareas vitales de sanar las heridas y de continuar caminando juntos hacia una unidad cada vez mayor como Cuerpo de Cristo, una unidad que le dé al mundo una visión de paz y justicia en su sentido más pleno y que es obra del Espíritu Santo, quien vive y se mueve en los corazones de verdaderos creyentes como el Arzobispo Desmond Tutu.