Buscando la unidad a través del diálogo en lugar del debate
Published noviembre 16, 2021 | Available In English
Al comienzo de un evento deportivo, es muy común escuchar el cliché: “Dense la mano y que gane el mejor”. Una vez comienza la competencia, la falta de respeto en los deportes puede resultar en sanciones o en una posible expulsión del jugador. Por ejemplo, la “regla de las burlas” en el fútbol evita que los jugadores se burlen excesivamente del oponente y otorga una penalización de 15 yardas que perjudica al equipo infractor.
Con la esperanza de un diálogo fructífero en el próximo sínodo de la Iglesia Católica, podríamos estar más propensos a participar en un debate que en un diálogo. Si simplemente debatimos como en una competencia, podríamos pasar por alto las consecuencias que esto tendría en la unidad. Por ejemplo, podríamos simplemente sucumbir a defendernos y aférranos a nuestras propias opiniones políticas, las cuales podríamos reforzar con la ayuda de los medios de comunicación que alimentan nuestras emociones.
Jesús oró para que hubiera unidad entre sus discípulos y para que dicha unidad se conservara en su Iglesia para siempre con el fin de que otros la vieran:
“No ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan. 17, 20-21).
San Pablo tuvo que lidiar constantemente con el problema de las facciones en varias comunidades y reconoció los peligros que los debates podían causar:
“Porque los de la familia de Cloe me han contado que hay discordias entre ustedes. Me refiero a que cada uno afirma: «Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo». ¿Acaso Cristo está dividido? ¿O es que Pablo fue crucificado por ustedes? ¿O será que ustedes fueron bautizados en el nombre de Pablo?”
Al convocar un sínodo para la Iglesia, el Papa Francisco se preocupa por nuestra capacidad de escucharnos unos a otros y de escuchar al Espíritu Santo. Él nos desafía a entrar en una actitud de “acompañamiento” mutuo. Si no hacemos esto, las divisiones que tenemos en la Iglesia seguirán siendo un escándalo para que el mundo las vea. Si el amor de Cristo ya no es visible cuando dos o más se reúnen en su nombre, nuestros jóvenes simplemente verán una familia disfuncional de la que no quieren formar parte, ermanecerá visible en la Iglesia la polarización en lugar de la unidad.
A medida que comenzamos nuestro proceso sinodal en la Iglesia escuchando al Espíritu Santo y escuchándonos mutuamente, oremos por la gracia de no ponernos a la defensiva y de escuchar la súplica urgente de San Pablo.
“Los exhorto a comportarse de una manera digna de la vocación que han recibido. Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor. Traten de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz” (Ef. 4:1-3).