La esperanza de Adviento que brota eternamente
Published diciembre 11, 2020 | Available In English
La situación del confinamiento parece no solo antiestadounidense, sino también antitética a la libertad. Sin embargo, si le preguntáramos a un monje o una monja de clausura si su experiencia detrás de las rejas o muros del monasterio es demasiado restringida, dirían “NO” e incluso podrían citar a San Pablo: “Si nuestra esperanza en Cristo es solo para esta vida, entonces somos los seres humanos más dignos de lástima”. (1 Corintios 15:19).
He conocido a presos, algunos incluso condenados a muerte, que en su confinamiento mantienen la esperanza y tienen una comprensión más profunda de la libertad que otros que afirman ser libres. Si bien ellos saben que podría no haber una resolución para extender su vida más allá de los muros de cemento, el alambre de púas y los barrotes de hierro, han llegado a experimentar el amor de Dios que los ha levantado como un padre o una madre carga a su hijo y los ayuda a ver más allá de los muros de la temporalidad hacia un horizonte eterno.
Como nación, hemos aprendido a ser independientes y a enorgullecernos de las libertades que hemos obtenido y preservado mediante un gran sacrificio. Esperamos liberarnos de la mayoría de las restricciones externas y hemos estado anticipando con ansias la creación de una vacuna para el COVID-19. De hecho, debido al pecado original, es difícil aceptar que alguien nos diga qué debemos hacer y cómo debemos hacerlo. Obedecer a Dios o a otros puede ser difícil para nosotros, como lo ha sido a lo largo de la historia de la humanidad.
La vacuna tan esperada traerá esperanza a aquellos que se sientan socialmente restringidos y que desean volver a las actividades que alguna vez disfrutaron. Sin embargo, incluso con el regreso a un estilo de vida con mayor libertad, muchos no encontrarán la verdadera cura para los problemas que enfrenta el mundo. Aunque las personas podrían ser más independientes en sus actividades y sus formas de ver las cosas, podríamos preguntarnos si dependerán más de Dios y serán más interdependientes entre sí.
Durante esta temporada de Adviento, los invito a mirar más allá de simples esperanzas para un futuro temporal mejor, como una vacuna, una mejor economía o una pistola de balines. Nuestra esperanza en el Adviento debe brotar eternamente más allá de lo temporal. Los santos han sido testimonio de esta esperanza eterna en medio de pruebas temporales cuando se enfrentaban a persecución o muerte.
Podemos ver el testimonio de San Toribio Romo, sacerdote martirizado en México en la época de los cristeros, o de San Maximiliano Kolbe, quien animó a los condenados a morir de hambre en el búnker de Auschwitz a cantar con alegría. También está Santa Josefina Bakhita, quien cuando fue esclava africana descubrió que tenía un amo que la amaba y que, al igual que ella, había sido golpeado. “Su amor por la vida no era tanto que temieran a la muerte”. (Apocalipsis 12:11).
Como estos santos, es mi deseo que en este Adviento no perdamos de vista que nuestra esperanza va más allá de las realidades temporales y siempre brota eternamente.