Lo Que He Visto Y He Oído (Sept. 29, 2011)
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Commentario | Published septiembre 29, 2011 | Available In English
La semana pasada, cuatro familias fueron el centro de atención de los medios de comunicación: las familias MacPhail, Davis, Byrd y Brewer. Dos de esas familias han tenido que vivir por muchos años con la muerte de uno de sus seres queridos quien perdió la vida de repente. Su angustia ha sido profunda y merece toda nuestra compasión. Dos de estas familias también han vivido por mucho tiempo con la inminente pérdida de un hijo, hermano y padre quien vivió en el corredor de la muerte por varios años. Ellos también merecen nuestra consideración. Las cuatro familias han llorado con gran tristeza. La atención de los medios de comunicación aquí en Georgia se ha enfocado en Mark MacPhail y Troy Davis – nativos de Georgia. Los otros dos nombres son de hombres en Texas y poca atención de los medios de comunicación locales se dirigió a James Byrd Jr. y Lawrence Russell Brewer. Sus familias también han sufrido a pesar del desequilibrio de reportaje por parte de los medios de comunicación aquí cuanto a la tragedia que ellos han vivido.
La yuxtaposición de estas historias realmente nos debe hacer pensar. La condena de Troy Davis recibió mucha atención porque fue y sigue siendo causa de protestas locales, nacionales e internacionales. Existen demasiados asuntos que no podemos ignorar y que dan a entender que tal vez la sentencia de Troy Davis fue incorrecta. Muchos testigos del juicio original cambiaron las versiones de lo que dijeron haber visto. Mucha gente, incluyéndome a mí, siente que nuestro sistema judicial se apresuró en condenar a este hombre a pesar de la duda que quedaba. Poca incertidumbre existía en el caso de Lawrence Russell Brewer. Él fue acusado de la muerte brutal y despreciable de James Byrd Jr. quien fue arrastrado con un vehículo. La evidencia parecía incontrovertible. Su sentencia de pena de muerte resulto en la pérdida de otro ser humano y agregó al total de pérdidas como parte de este caso brutal. Aunque la muerte de Lawrence Russell Brewer no provocó la compasión y duda que provocó el caso de Troy Davis, de cualquier manera su muerte le trajo tristeza a su familia. La pena capital duplica el número de familias quienes enfrentan la pérdida de un ser querido y nos convierte una sociedad más violenta.
Las acciones de Lawrence Russell Brewer estaban llenas de odio y él no representaba el tipo de persona quien provoca compasión pública como en el caso de Troy Davis. Las dos ejecuciones de la semana pasada presentaron dos situaciones que indican que ninguna ocasión de pena capital debe de ser tolerada. Fuimos enfrentados con dos personalidades y circunstancias distintas. Pero las dos resultaron en la muerte de un ser humano – tal vez uno inocente y el otro con pocas cualidades que provocan compasión. Lo hecho, hecho esta y a pesar de lo que se descubra en un futuro, no se podrán cambiar las acciones del estado.
En la sociedad de hoy en día, ofrecemos razones que tal vez justifican nuestras acciones cuando tomamos la vida de un ser humano. Solo piensa en los motivos que hemos ofrecido para justificar el aborto elegido: los embarazos no planificados, la posible malformación de un feto, el sexo incorrecto del niño no nacido, o la que muchas veces se propone – la salud de la madre. El resultado siempre es el mismo, no importa cuál sea la razón: un niño es matado dentro del vientre.
El quitarle la vida a un ser humano nos deja una sociedad más débil y una comunidad más violenta. Podemos considerar personalidades, circunstancias y otras razones pero el resultado es el mismo – más muertes y menos respeto por la vida del ser humano. Este no es una resultado deseable para las personas que deseamos y esperamos ser y aún más importante, para las personas que Dios quiere que seamos.