Un recordatorio de un llamado apostólico
By BISHOP JOEL M. KONZEN, SM | Published marzo 9, 2020 | Available In English
¿Qué significa Ad limina? En latín quiere decir “hasta el umbral” o “las orillas”. ¿De qué? De los apóstoles Así que es una visita a los recintos, los vestigios, las huellas de los apóstoles, observada especialmente durante la celebración de la misa en las cuatro grandes basílicas de Roma. Los obispos, los sucesores de los apóstoles, son llamados nuevamente a sus comienzos, para seguir algunos de los pasos de los apóstoles.
Sin duda lo más destacado de la experiencia es el tiempo dedicado a conversar con el Santo Padre. El Papa Francisco nos recibió calurosamente y dejó en claro que su tiempo era nuestro, hasta cuatro horas, si lo deseábamos. Al final, quince de nosotros de Florida, Georgia y las Carolinas hablamos con él durante aproximadamente dos horas y veinte minutos. A través de un sacerdote-intérprete, el Papa Francisco escuchó nuestras preguntas en inglés y respondió en italiano. Habló de las formas en que él mantiene la esperanza (la confianza en el Evangelio y la fuerza que proviene de la Eucaristía). Nos recordó la necesidad de reservar un tiempo adecuado diariamente para orar y la importancia de cuidar especialmente de los sacerdotes a nuestro cargo. Dedicó considerables comentarios a las formas en que el Diablo representa una gran amenaza para los obispos y para todos los cristianos. Y se refirió a los ataques contra la Creación en el Amazonas y en otros lugares como delitos que requieren nuestra atención. No debemos tener miedo de predicar las enseñanzas sociales de la Iglesia, dijo, porque, después de todo, solo hay un solo Evangelio, y Jesús es claro acerca de las formas en las que espera que respondamos a la injusticia y la indiferencia en nuestro medio.
El Obispo Ned y yo no estuvimos solos en el Vaticano. Un grupo de peregrinos de Atlanta, incluyendo el Diácono Dennis Dorner, Canciller de la Arquidiócesis, estaba en Roma en el momento en que los obispos estábamos allí, al igual que cuatro sacerdotes de la arquidiócesis. Estos sacerdotes nos acompañaron durante las misas que celebramos en las basílicas y en una misa que celebramos con los peregrinos de Atlanta en la Iglesia de San Alfonso Liguori. Los sacerdotes, el Diácono Dennis y el seminarista Pete Coppola, quien estudia teología en Roma, se unieron a nosotros para conocer al Papa Francisco. Lo saludaron y se tomaron fotos con él. El Papa habló con el Padre Nicholas Azar de Atlanta, quien le dio una copia de su tesis doctoral recientemente defendida en teología moral. El Padre Victor Galier, también de Atlanta, saludó al Santo Padre y le dio un obsequio.
Nuestras visitas a las diversas congregaciones (oficinas) del Vaticano, muchas de las cuales son requisitos para los obispos, fueron cordiales y valiosas. A menudo, un prelado o sacerdote que hablaba inglés hacía la labor de portavoz de la oficina, pero muchos de los prefectos cardenales se dirigían a nosotros en inglés. Todos nos dedicaron tiempo suficiente y nos recibieron cordialmente.
La hospitalidad del Pontificio Colegio Norteamericano, el seminario de los Estados Unidos en Roma, fue increíble. Ellos estuvieron a cargo de nuestro alojamiento, transporte, horarios de liturgia y comidas.
Encontré un momento de la visita abrumadoramente conmovedor. Fue cuando, al final de una misa cerca de la tumba de San Pedro en la cripta de la gran basílica, cantamos juntos el credo en latín, ‘Credo in unum Deum’, el credo de mi juventud. Ese día nos acompañaron muchos de los peregrinos de Atlanta y varios sacerdotes y religiosas de las diócesis que representábamos. Fue una demostración poderosa de nuestra identidad como católicos en el centro mismo del corazón terrenal de la Iglesia.
Claramente, no pude evitar estar asombrado, dado que esta fue la primera experiencia que tuve. Ahora estoy aún más dedicado que antes a rezar diariamente en la misa por el Santo Padre, cuyo liderazgo necesario y papel como pontífice y constructor de puentes es completamente evidente y se siente poderosamente durante la visita ‘ad limina’. Y recuerdo con fuerza que mi ministerio, mi llamado, es apostólico: ir como los apóstoles hubieran ido y superar el miedo, como lo hicieron, confiados en la dirección segura del Espíritu Santo.