Georgia Bulletin

The Newspaper of the Catholic Archdiocese of Atlanta

Atlanta

Declaración del Arzobispo Wilton D. Gregory en respuesta a la renuncia de Theodore McCarrick

Published agosto 9, 2018  | Available In English

ATLANTA—”Como pastor de la Iglesia Católica en Atlanta y unido a mis hermanos obispos bajo el liderazgo del Papa Francisco en el servicio a Jesucristo y Su Iglesia, expresó mi profundo enojo, tristeza y angustia con respecto al abuso sexual por parte de líderes de la Iglesia, de niños, jóvenes y de aquellos sobre los cuales ellos ejercieron autoridad. El enojo y decepción que comparto con otros católicos y hermanos, solo se ven acentuados por la realidad de que los líderes que han participado en estos actos u omitido proteger a otros de tal comportamiento dañino y desviado han fallado por muchos años al no asumir su responsabilidad, e incluso han avanzado en posiciones de liderazgo. Debemos hacerlo mejor, por el bien de todas las víctimas y sobrevivientes de abuso sexual y por el bien de todos los que servimos en nombre de Jesucristo.

“Los católicos en todas partes, yo entre ellos, estamos atónitos y justificadamente enojados ante las recientes revelaciones, vergonzosas e incesantes, de obispos acusados de abuso o mal manejo de denuncias de abuso, comportamiento que ofende y escandaliza al pueblo de Dios confiado a nuestro cuidado. Específicamente, estamos enfurecidos por las acciones de Theodore McCarrick, el desacreditado ex cardenal. También reconocemos que cualquier negligencia pastoral en la protección de nuestro pueblo es igualmente grave, y recientemente hemos visto informes alarmantes que denuncian tal indiferencia insensata e incontrolada en Chile, Australia, Honduras, Guam y otros lugares alrededor del mundo.

“Estamos cansados de esta nube de vergüenza que continúa cubriendo el liderazgo de la Iglesia y compromete nuestra misión. Estoy personalmente abatido porque en 2002 estuve de pie frente al cuerpo de obispos y el pueblo de Dios como Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos y aseguré, en mi propio nombre y en el de la Iglesia de los Estados Unidos, que esta crisis de fe y liderazgo había terminado y no se repetiría. Sinceramente creí que los pasos sin precedentes que tomamos en aquel momento ayudarían a sanar esta herida en el Cuerpo de Cristo. Y así lo han hecho, aunque obviamente no totalmente o incluso suficientemente.

“Me entristece porque una vez más nuestros muchos, buenos y generosos, ministros ordenados del Evangelio son vistos como sospechosos no porque hayan hecho algo malo, en efecto, nuestros estatutos y normas se aplican fuertemente cuando se presentan denuncias contra ellos, sino por lo que han hecho aquellos encargados de asegurarle a los fieles de su aptitud para el ministerio. La gente de todas partes está desilusionada porque los obispos de la Iglesia son vistos como personas que fallan en nuestra responsabilidad para gobernar, santificar y enseñar, como Cristo lo hubiera querido.

“Estoy dolido porque mi respeto y estima fraternal por Theodore McCarrick estaban claramente equivocadas. Nunca trabajé personalmente con él en ningún contexto pastoral, solo me topé con él como uno de los miembros de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, pero su devoción pública por la agenda de la justicia social de la Iglesia fue bastante reconocida. Nunca supe o sospeché el lado oculto de un hombre cuya admirada figura pública escondía la de un violador de la moralidad cristiana fundamental y de los jóvenes que confiaban en él. Como cualquier individuo que descubre demasiado tarde que un amigo tiene un historial de mala conducta moral, ahora estoy estupefacto de haber sido tan inconsciente e ingenuo. Sé que muchos otros obispos sienten lo mismo.

“La gente está enojada, con todo su derecho, de que nuestra Iglesia sea vista una vez más como refugio para el comportamiento criminal desviado. Sé que a nuestros sacerdotes les duele ser juzgados nuevamente con ojo crítico, como quizás demasiado peligrosos para confiarles los niños de la Iglesia. Nuestra gente está decepcionada con los obispos en general, quienes aparentemente no pueden o no actúan decisivamente para sanar esta herida que supura. Están perplejos y asqueados de que la Santa Sede bien pudiera haber ignorado las múltiples señales de advertencia que debieron haber detenido Theodore McCarrick y otros al comienzo de sus carreras. Están desanimados de que la situación tanto aquí en los Estados Unidos como en otros países continúa dominando las redes sociales y cuestionan todo lo que la Iglesia ha hecho para proteger a los niños y adultos de la manipulación y la violación.

“Varios días atrás me reuní con los seminaristas de nuestra arquidiócesis durante su convocatoria anual. Les dije directa y específicamente que, si cualquier persona en cualquier contexto tenía avances con ellos o exhibía un comportamiento que los hiciera sentir incómodos o amenazados debían notificarlo personalmente al Director de Vocaciones, a uno de los obispos auxiliares o a mí para que pudiéramos actuar rápida y apropiadamente, a nivel pastoral y jurídico. Sus padres y familiares deben saber que estos jóvenes están en entornos seguros y respetuosos, y que, como su arzobispo, no toleraré ninguna actividad que amenace con dañarlos o intimidarlos.

“Mientras que el liderazgo actual de la USCCB considera los siguientes pasos, los motivo encarecidamente a que involucren a los laicos en la revisión y recomendación de cursos de acción que aseguren a los fieles que somos serios en nuestra intención de curar esta plaga en nuestra Iglesia y gobierno episcopal de una vez por todas.

“Cuando establecimos por primera vez una junta de revisión nacional de laicos en 2002, el liderazgo de la conferencia enfrentó resistencia porque algunos sintieron que estábamos cediendo indebidamente el control del ministerio de obispos. Dada la situación que enfrentamos hoy, la supervisión de laicos puede proporcionar la única garantía creíble de que se están tomando acciones reales y decisivas. Nuestra confiabilidad como obispos ha sido comprometida tan seriamente que actuar solos, incluso con la mejor de las intenciones y los más altos principios, políticas y planes, podría no tocar los corazones de los fieles para creerlo.

“Oro para que este momento, y estos días, semanas y meses venideros, sean una oportunidad para que la luz brille en la oscuridad, y para que la oscuridad sea expuesta a la luz. Ruego para que todas las víctimas y sobrevivientes de abuso sexual salgan al frente y reciban la ayuda, el apoyo y la sanación que necesitan. Y oro para que nuestra Iglesia y nuestro liderazgo sean renovados y transformados por la luz de Cristo y tengan el valor de dar los pasos necesarios para continuar.

“Como muchos de ustedes estoy enojado, pero no estoy vencido por la desesperación. Oro y espero que el Espíritu Santo purifique y fortalezca la Iglesia. Mi enojo no me ha llevado a la desesperanza; oro para que el suyo tampoco lo haya hecho. Estoy agradecido por su testimonio de fe y esperanza, incluso en momentos difíciles”.