‘El testimonio de las mujeres religiosas es una herencia preciosa’
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Comentario | Published agosto 24, 2017 | Available In English
La gente hace parte de algunos de los mejores recuerdos que alguna vez cualquiera de nosotros haya podido disfrutar. Los padres, los hermanos, los abuelos y, por supuesto, sus propios esposos e hijos nos proporcionan algunas de las memorias más felices de nuestras vidas. Este mes, durante mis vacaciones, pude evocar varios recuerdos maravillosos de algunas de las personas que han bendecido mi vida.
Visité el cementerio de la casa madre en Adrian, Michigan, donde muchas de las extraordinarias Hermanas Dominicas de Adrian, que nos dieron clases a mis hermanas y a mí, ahora descansan en paz. Ofrecí una pequeña plegaria de gratitud en cada una de aquellas tumbas para bendecirlas y para alabar a Dios por el regalo de esas magnificas mujeres religiosas que pasaron gran parte de sus vidas sirviendo al pueblo de Dios, y especialmente a mí como estudiante y joven que eventualmente se preparó para convertirse en sacerdote.
Pude entonces visitar a la Hermana Marie Krippner, quien pertenece a la Hermanas Escolares de San Francisco en Milwaukee. Ella vive ahora en el Centro de Retiro del Sagrado Corazón y continúa siendo una querida amiga, a quien conocí al principio en mi primera asignación en la parroquia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en Glenview, Illinois. Ambos nos hemos mantenido en contacto durante todos estos años. Ella representa para mí las muchas mujeres religiosas extraordinarias que me han apreciado, formado, enriquecido y motivado como sacerdote del Señor. La Hermana Marie es una persona muy reservada, quien quizá se sienta ahora probablemente algo incómoda con tan solo leer su nombre en este artículo.
Espero que muchos de ustedes tengan también recuerdos similares de las monjas notables que han bendecido sus propias vidas como jóvenes en las escuelas católicas, como maestras o colegas en programas catequéticos parroquiales o como enfermeras o parte del personal que proporciona cuidados de salud básicos en instalaciones médicas. Cualquiera que sea la capacidad en la que estas grandes mujeres, con su testimonio de fe, hayan entrado en sus vidas, ustedes son ahora mejores personas por el solo hecho de que ellas hayan formado parte de sus pasados, como lo soy yo.
Con el número decreciente de mujeres involucradas en un apostolado activo, lamento que muchos de nuestros jovencitos hoy no puedan tener tan fácilmente la suerte de conocer una “hermana” especial en sus vidas, ¡que lastima! El testimonio de las mujeres religiosas es una herencia preciosa de la Iglesia que ha inspirado a muchos católicos a través del tiempo.
En mi recorrido de Atlanta a Adrian y eventualmente a Milwaukee, antes de regresar a casa, pensé y oré por todas las hermanas que he conocido a lo largo de mi vida: cada una ha sido una bendición. Mis pensamientos se volcaron a la Hermana Philippa Coogan, una profesora universitaria de inglés que en los últimos años de su vida me ayudó a revisar mi tesis doctoral. Sus correcciones me convencieron de que debí haber puesto mucha más atención a su clase. Recordé a las hermanas Paulanne Held y Joyce Ann Berkel, quienes me enseñaron acerca de la caridad y el profesionalismo, lecciones que todavía debo lograr en mi propia vida. Más recientemente, las hermanas Lourdes Sheehan y Valentina Sheridan me hablaron de la experiencia y la gentileza sureñas, que contiene lecciones importantes que un clérigo nacido en Norteamérica debe saber acerca de las bendiciones que se encuentran aquí en Georgia.
Estas son algunas de las monjas que han bendecido mi vida y que continúan haciéndolo. Ustedes tienen sus propios recuerdos, y espero que esta columna los motive a decir una oración por aquellas hermanas que ya han entrado en el Reino de Dios, o a escribir una nota o hacer una llamada telefónica a quienes han desempeñado un papel significativo en sus vidas de fe. Les aseguro que ellas se llenarán de alegría al escucharlos de nuevo y ustedes experimentarán un recuerdo feliz al hacerlo.
Muchas de las hermanas que ahora sirven en la Arquidiócesis de Atlanta están proporcionando tales recuerdos futuros a nuestro pueblo: las Hermanas Dominicas de Nashville en Kennesaw, las Hermanas Misioneras de la Caridad en Atlanta, las Hermanas Dominicas Vietnamitas, las Hermanas de la Misericordia en los hospital de San José y Mercy Care, las Hermanas de Jesús de Kkottongnae, de Corea, las Hermanas Dominicanas de Hawthorne que dirigen el Hogar de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y las maravillosas hermanas africanas y latinas que dan tanta vida a nuestras comunidades. Los insto a conocer algunas de estas extraordinarias mujeres. Será de gran beneficio para sus corazones y para los de ellas.