La alegría que se irradia en el Congreso Eucarístico
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Comentario | Published junio 23, 2017 | Available In English
Toda gran reunión en el clima actual requiere de la asistencia del personal de seguridad, y nuestro Congreso Eucarístico no es la excepción. Reunir a un gran número de personas implica proporcionarles seguridad y anticipar emergencias que pueden ocurrir inesperadamente. Afortunadamente, a través de los años, nuestros congresos eucarísticos no han enfrentado nada más serio que asistir a un niño temporalmente extraviado o lidiar con una dificultad médica que necesita atención. Sin embargo, estamos preparados para estos eventos debido a la presencia de médicos y primeros socorristas que recorren los pasillos del congreso y supervisan las actividades de los participantes y sus familias.
Me gustaría agradecer a estas maravillosas personas que han velado por nuestra seguridad durante todos los congresos anteriores.
En gran parte, estas personas son héroes y heroínas anónimos que la mayoría de la gente ni siquiera nota. Contamos con la presencia de perros policías de la unidad canina K-9 y sus compañeros, y con personal médico a nuestra disposición y a la espera de nuestra llamada. Quisiera agradecerles en mi nombre y en el suyo por su amable asistencia. Durante los últimos años, he llegado a conocer dos de esos oficiales de policía, los cuales han sido asignados para cuidarme y acompañarme a lo largo del congreso. Ty y Curtis han sido compañeros maravillosos. Ellos han permitido que llegue a mis actividades sin retrasos innecesarios y también han compartido conmigo algunas de las aventuras que marcan las vidas de nuestros policías, algunas cómicas y otras de una gravedad sorprendente.
Nuestros primeros socorristas son siempre de vital importancia para nuestra seguridad común, pero también son hombres y mujeres ordinarios que realizan tareas que a menudo pasan desapercibidas hasta que los necesitamos.
Además del personal de seguridad profesional, también hemos contado con la fortuna de tener a voluntarios que se encargan de la seguridad (muchos de ellos empleados de la Cancillería). Estos voluntarios, que vestían camisetas azules, también ayudaron a mantener la seguridad y a controlar la multitud. Debido a la presencia de estas magnificas personas, los eventos del congreso fluyeron sin complicaciones ni mayores problemas. Miles de personas asistieron al congreso una vez más y con suerte ni siquiera notaron las medidas de seguridad establecidas en el lugar para su seguridad y protección.
Nuestros oradores y vendedores trabajaron sin tropiezos para ofrecer presentaciones y servicios que se han convertido en el emblema distintivo de esta celebración anual. El Cardenal Joseph W. Tobin, proveniente de Newark, New Jersey, mencionó varias veces lo bien organizado que estaba este evento que reúne a tantas personas para honrar el Regalo de la Eucaristía que nos dio el Señor. El congreso es a su vez, adoración y reunión, ritual y júbilo. Celebramos lo que somos ante el Señor y mutuamente.
Cada sesión es única, no solamente por los idiomas que se hablan en ella, sino por la diversidad de grupos culturales que se reúnen y brindan una alegría y una esperanza que fortalece no solo a su grupo sino también a toda la familia arquidiocesana. Desde nuestra creciente audiencia de hermanos católicos vietnamitas hasta nuestros queridos miembros de la comunidad con discapacidades, cada pequeño grupo aporta a la alegría de toda la congregación. La comunidad hispana vibró con música y danza, confirmándonos a todos la gran bendición que tenemos al contar con nuestros hermanos latinos.
Una nueva adición al congreso en los últimos años ha sido el proyecto “Starve Wars”, durante el cual los participantes preparan más de 100.000 comidas para que Catholic Relief Services las distribuya entre personas que viven en peligro de inanición. Este proyecto sirve como un recordatorio de que la Eucaristía exige que nosotros, quienes cenamos con el Señor, alimentemos a nuestros hermanos y hermanas con hambre.
El congreso se ha convertido en una expresión vital de nuestro bienestar y futuro como Iglesia local. Existen elementos y dimensiones de este evento que trabajan silenciosamente detrás de escena y también hay encuentros festivos que nos revitalizan. El trabajo duro que se necesita para producir el congreso bien vale el esfuerzo cuando vemos los miles de rostros felices y escuchamos las voces de nuestra gente cantando en honor a Cristo, presente en el Santísimo Sacramento.
Gracias a quienes hicieron posible tal alegría.