Decatur
Sacerdote congoleño se gradúa como neuropsicólogo para su patria
By ANDREW NELSON, Staff writer | Published abril 20, 2017 | Available In English
DECATUR—La religión y la ciencia se han entrelazado en la vida del Padre Jean Ikanga y todo comenzó con una madre temerosa.
La mujer en su nativa República Democrática del Congo desesperadamente deseaba ayuda para su hija de 9 años de edad, afectada por “espíritus malignos”. Preocupados por su historia, el padre proporcionó oración y consejería pastoral, pero también le pidió a ella y a su hija que se reunieran con un psiquiatra en la Universidad de Kinshasa. Gracias a esta colaboración, los “espíritus” que invadían a la niña se revelaron como estrés postraumático causado por haber visto el asesinato de su padre, presenciado y sido víctima de una violación y sufrido otras formas de violencia. Esa fue la primera experiencia que tuvo el Padre Ikanga con el misterio del cerebro y cómo este procesa la información dentro del cuerpo.
“Esa historia cambió mi vida”, dijo.
Sintió que necesitaba más conocimiento para utilizar la ciencia y la medicina para el servicio del Evangelio. Y eso fue lo que lo inició en el camino a la Universidad de Emory.
Conocimiento científico refuerza religión
Después de más de una década de educación científica y médica en los Estados Unidos, el Padre Ikanga es un neuropsicólogo y miembro de Emory quien ha encontrado que la fe y la ciencia se complementan mutuamente.
El Astronauta John Glenn habló sobre las maravillas del espacio y cómo ampliaron su fe. El Padre Ikanga sintió lo mismo.
“Desde el punto de vista religioso, llegué a la conclusión de que mirar el cuerpo humano y no creer en Dios es imposible”, dijo.
Recordó conversaciones con colegas que se sorprendían al escucharlo decir que no solo estaba investigando las áreas desconocidas de la demencia, sino que también era un sacerdote que celebraba misa los fines de semana.
“No podían imaginar a un sacerdote convirtiéndose en uno de ellos. Para mis compañeros, el sacerdote está en la sacristía y el altar, no en el laboratorio. Les desconcierta que un sacerdote pueda ser un colega”, dijo.
El Padre Ikanga responde a estas observaciones comentando cómo a él también le sorprende que un científico pueda balancear las demandas de la investigación con las de ser padre.
Para él, el laboratorio y el esfuerzo para obtener su doctorado están en concordancia con el mandato de Dios que se encuentra en el Libro del Génesis.
Aportando nuevos conocimientos para servir a los congoleños
El Padre Ikanga, de 45 años, es miembro de la Sociedad de la Orden Religiosa del Verbo Divino que ve a pacientes en el Departamento de Rehabilitación Médica en la Escuela de Medicina de la Universidad de Emory. Ha estudiado en los Estados Unidos desde el año 2006, comenzando en la Universidad Regis en Denver, donde obtuvo una licenciatura en ciencias y sirvió en una parroquia local. Más adelante, durante su estadía en la casa de los jesuitas, ayudó en algunas parroquias de Detroit y obtuvo su doctorado en psicología clínica en la Universidad de Detroit Mercy. Su internado y residencia durante los últimos tres años lo condujeron a la escuela de medicina de Emory. Actualmente reside en Holy Spirit Church en Atlanta.
En su país natal hay pocos médicos para ayudar a personas que viven con las secuelas de la violencia. El padre cree que será el único neuropsicólogo en el Congo, donde hay una población de 67,5 millones de habitantes, 50 por ciento de los cuales son católicos. Este es el país con más católicos en África, alrededor de un cuarto del tamaño de los Estados Unidos.
Después de estudiar aquí, su objetivo es crear las bases para un nuevo programa de neuropsicología en la Universidad Católica de San Agustín en Kinshasa. Durante el tiempo que estuvo en Detroit, también estudió para ser asistente médico. Quería estar preparado para ayudar a las personas con sus dolencias cuando una enfermera o un médico no estuvieran disponibles al regresar a su país.
Sentado en una cafetería en el hospital, el Padre Jean vestía una camisa azul a cuadros y llevaba una escarapela colgada en el cuello común en entornos corporativos. En el hospital, se enfoca en la ciencia por el bien de sus pacientes, no en asuntos religiosos.
“Mis colegas saben que soy un sacerdote pero mis pacientes, no”, dijo, añadiendo, “Ellos vienen a recibir tratamiento, no servicios pastorales. Este tema no surge en nuestras discusiones”.
De familia de agricultores de café, el Padre Jean es uno de ocho hijos. Creció jugando fútbol en las tardes después de misa. Sonrió al recordar los días de cacería con su padre en búsqueda de puercoespines y gacelas. Su familia católica iba a misa todos los domingos, donde era monaguillo, y asistió a la escuela católica.
Su ambición no era convertirse en sacerdote cuando era joven. En cambio, se veía a sí mismo siendo piloto o médico. Dijo que en su casa aprendió acerca de la fe y en la escuela acerca de la ciencia. “Yo era un niño brillante. Todo lo que tuviera que ver con matemáticas era mi fuerte”.
Su vocación creció al mirar a un sacerdote compartir tiempo con su familia. Vio al sacerdote asistir a sus padres durante una crisis familiar. Ese recuerdo lo marcó. Más adelante, durante la última canción de la misa, la cual era la oración de San Francisco, se dio cuenta de que su deseo era ser “un canal de paz como el sacerdote lo fue para su familia”.
Lo que siguió fue su docena de años de seminario y entrenamiento. En 2003, fue ordenado en la Iglesia de St. Aloysius Gonzaga, la parroquia donde fue bautizado y creció.
Experiencia de aula requirió nueva comprensión
Algunas partes del Congo han sufrido guerras por décadas. Según Catholic News Service, aproximadamente 6 millones de personas murieron en conflictos en este país entre 1996 y 2003. Las Naciones Unidas han enviado alrededor de unos 19.000 soldados a este país, su operación de paz más costosa.
Los superiores religiosos del Padre Ikanga pensaron que sería bueno que él estudiara en el exterior y regresara a su país trayendo de vuelta tratamientos como un miembro fundador del programa universitario.
Las experiencias en el aula de clase no han sido fáciles. Llegó a la Universidad Regis en Denver como un estudiante en la mitad de sus 30s, compartiendo un aula de clase con estudiantes más jóvenes que habían crecido acostumbrados a aspirar a la ciencia.
La experiencia profundizó su fe, lo opuesto a lo que temió sucedería al comenzar su trabajo académico, pero eso no significa que no tuvo que afrontar a veces un conflicto interno.
Muchas veces durante su ministerio el padre bendijo los restos humanos en los funerales con incienso. Estudiando para su licenciatura en Denver, se enfrentó a la tarea de disecar un cerebro. Esta situación lo dejó inquieto, pero un profesor había educado primero a los estudiantes sobre los principios éticos de tratar el cuerpo humano con respeto. “Esta reconciliación entre fe y ciencia me impulsó a aprender de cuerpos que fueron donados a la investigación”, dijo; añadiendo que cree que es el mandato divino lo que alimenta la ciencia, leyendo la historia del Génesis sobre el mandato de Dios de “someter al mundo” como una instrucción para empujar los límites del conocimiento.
Dios nos dio la responsabilidad de “ser co-creadores y continuar la obra de la creación”, dijo.
Enfermedad vista como Viernes Santo, con la esperanza de la Pascua
En su práctica, el Padre Ikanga enfrenta la angustia que proviene de las aflicciones del cerebro. Su área de especialización es la demencia, la cual se roba la memoria de una persona.
Al describir esta condición médica desde el punto de vista de la Cuaresma y la pasión de Jesús, el Padre Ikanga dice, “La demencia es un Viernes Santo en nuestra vida. Sé que habrá un Domingo de Pascua cuando el sufrimiento termine, y estaremos cara a cara con Dios”, respondió.
Todas las enfermedades requieren que los pacientes y las personas que los aman miren hacia la Pascua, dijo.
Su beca de investigación posdoctoral en Emory está programada para terminar en el otoño. Su meta es cultivar una relación entre el campus de Atlanta y la Universidad Católica en su país natal.
Su objetivo es ayudar a las personas trabajando como un científico y un sacerdote para “expulsar los demonios” de la ignorancia médica y científica.