“¿Qué nos espera al final del Adviento?”
By ARCHBISHOP WILTON D. GREGORY, Comentario | Published diciembre 1, 2016 | Available In English
Los reportes en los medios de comunicación comienzan a aparecer semanas antes del día de Acción de Gracias, y se intensifican justo cuando las tiendas abren sus puertas a alguna hora intempestiva de la noche o el Viernes Negro temprano en la mañana. Esta estrategia de mercadeo ha logrado entusiasmar repetidamente a muchísima gente con ofertas que solo pueden obtener quienes acampan afuera de las tiendas o esperan de pie en largas filas durante horas para aprovechar el momento.
Quizá nuestra temporada de Adviento, que acaba de comenzar, podría beneficiarse un poco del entusiasmo del Viernes Negro que abunda durante esta época del año. Después de todo, el Adviento es básicamente un tiempo de espera y anticipación. Sin embargo, esta temporada es a menudo eclipsada por la atención mercantil que se le da a las compras y a la búsqueda de ofertas. Nosotros los católicos, estamos invitados a ver estas cuatro semanas como un tiempo de anticipación espiritual para el regreso de Cristo Triunfante al final de los tiempos, y como una temporada de reflexión sobre el nacimiento del Niño Dios en la historia de la humanidad.
La emoción impregna las multitudes que hacen fila para comprar uno de los cuantos televisores de pantalla plana o de los refrigeradores en rebaja, o cualquiera de las miles de otras ofertas. Cada una de esas compras pudiera hacernos sentir que hemos vencido el sistema y encontrado una oferta por la que valió la pena esperar en una larga fila.
¿Qué nos espera al final del Adviento? Encontraremos a un recién nacido en un pesebre, un bebé alojado en un establo porque no había ninguna habitación disponible en la posada. Al final del Adviento, encontraremos la esperanza de que cuando Cristo venga en su Gloria, llevará a todos sus discípulos a su Reino. El tiempo de Adviento es un tiempo de esperanza que no está basado en ninguna estrategia astuta de mercadeo, sino en la más confiable fidelidad en Dios.
Con el Adviento se inicia el nuevo año litúrgico para toda la Iglesia, y por lo tanto, es también un nuevo comienzo para los creyentes ya que cerramos un año de gracia para comenzar uno nuevo. Anualmente el nuevo año litúrgico nos ofrece posibilidades y esperanzas a todos. Aunque dejamos de lado muchas de las preocupaciones del año anterior, espero que ninguno de nosotros deje atrás el mensaje de misericordia que llenó muchas de nuestras actividades como consecuencia del Año Jubilar de la Misericordia que acaba de concluir.
El año pasado, nuestros corazones y mentes fueron invitados a reflexionar repetidamente sobre la misericordia infinita de Dios y fuimos retados a ser misericordiosos con nuestro prójimo. Dado los acontecimientos de los últimos meses, ¿quién dudaría que la misericordia no sería una cualidad bienvenida?
Ese legado del Año Jubilar debería influir en nosotros a lo largo de este nuevo año litúrgico. La misericordia de Dios no se limita a ningún año específico, sino que está presente en cada momento de cada año.
Poca gente cuestionaría la necesidad de encontrar una respuesta misericordiosa al ambiente hostil que enfrentamos actualmente como resultado de nuestras actividades electorales recientes, las cuales parecieron ofrecer muchos momentos de conflicto en ambos lados del espectro político. Que este Adviento sea una temporada que nos mueva más allá de cualquier hostilidad y enojo a un nuevo año de reconciliación, armonía y confianza. Y que además de la venida del Señor en la historia y en el futuro, encontremos un nuevo año que nos traiga paz y esperanza a todos.