Lo Que He Visto Y He Oído (11 Deciembre 2008)
Published diciembre 22, 2008 | Available In English
El primer partido de fútbol americano era entre Boston College y la universidad Notre Dame. Obviamente hay muchos ex alumnos y padres de alumnos que viven dentro de la Arquidiócesis de Atlanta y saben el nivel de competencia que siempre producen estos partidos. Luego de un encuentro deportivo bastante fervoroso entre estas dos universidades, una familia de Boston College, residentes de Atlanta, asistió a misa el sábado por la tarde en la Basílica Sacred Herat en el campus de Notre Dame “completamente” vestidos con el atuendo deportivo de BC. Probablemente esa tarde llamaron la atención durante la Comunión. Después de misa, una familia de Notre Dame los saludó a la salida de la iglesia y los invitó a compartir con ellos la fiesta de tailgating que estaban organizando en el estacionamiento. Así que BC y Notre Dame compartieron la Eucaristía, y los alimentos y bebidas luego del partido. Desde ese encuentro imprevisto, ambas familias, que no se conocían sino hasta el día del partido, se han comunicado por correo electrónico y han intercambiado saludos sobre sus queridas universidades. Fue un encuentro tan inusual que debe haber sido el reflejo del espíritu que estas dos familias descubrieron divinamente sobre el altar del Señor primeramente, y luego lo volvieron a lograr amigablemente en el estacionamiento.
El otro partido se jugó aquí entre dos de nuestras escuelas secundarias católicas. El resultado de este encuentro fue muy distinto. Durante un momento intenso del partido, algunos padres comenzaron a desafiarse entre ellos y el dialogo se tornó bastante apasionado y ofensivo. El observador que me describía este partido se sentía avergonzado y desilusionado de que el entusiasmo que los adultos tenían por el partido haya terminado en un comportamiento tan poco cristiano. Lamentablemente este tipo de comportamiento es demasiado frecuente en los encuentros deportivos. Lo que es vergonzoso es que los participantes son personas católicas que hace poco compartieron la Eucaristía y que tendrían que saber muy bien que no deben comportarse de manera antideportiva ni tampoco anticristiana. Aunque algunas personas podrían estar dispuestas a descartar este episodio como el resultado de “dos personas impulsivas” que perdieron el control, el testigo que me contó esta historia sintió que muchas de las personas que observaban el intercambio de palabras estaban avergonzadas, ofendidas, y apenadas.
Existen varios programas que han sido creados para ayudar a los adultos a usar el deporte como una fuente de fe y desarrollo de personalidad en los jóvenes, incluso un programa desarrollado por la universidad Notre Dame llamado Play Like a Champion Today (“Juega hoy como un campeón”). Hay otros programas similares dentro de la Iglesia que tienen el mismo propósito: ayudar a nuestros niños a ver el deporte como una oportunidad para crecer en su identidad religiosa y en sus valores, y también en destreza atlética.
Da la casualidad de que estas dos historias exponen detalladamente el grado de importancia que algunos de nosotros adjudicamos a la lealtad que tenemos hacia los equipos de deportes. Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos. Todo dependía en dónde se encontraban ustedes en ese momento.