La violencia contra la mujer es una ‘plaga terrible’
Published septiembre 18, 2014 | Available In English
El Consejo Arquidiocesano de mujeres católicas de Atlanta (AACCW por sus siglas en inglés) celebra una convención anual que se rota cada año dentro de las diversas localidades del área metropolitana de Atlanta. Es un evento lleno de diversión para las mujeres que se reúnen a compartir, orar, apoyarse, celebrar su amistad, y por supuesto, reírse un montón. He tenido el privilegio de celebrar la Eucaristía dominical durante los últimos 10 años y aplaudo a los organizadores por traer tanta energía y alegría al encuentro.
El padre Bill Williams sirve como asesor espiritual del Consejo y se ha entregado generosamente al servicio de la AACCW. Estoy seguro que él admitiría que ha recibido tanto como ha contribuido a este importante grupo de nuestra comunidad. Aunque algunos de los asistentes a la misa que se celebra el domingo en la mañana son esposos, hijos, hermanos y clérigos, realmente el enfoque de esta celebración es resaltar todo lo bueno que estas mujeres y sus colegas traen a nuestras casas, parroquias y en general a nuestra comunidad arquidiocesana.
En mi discurso de clausura a los participantes de la Convención de este año, sentí la necesidad de reflexionar sobre la terrible plaga que está muy presente en nuestra sociedad y que ha acaparado la atención de las noticias recientemente – la violencia contra las mujeres.
Esta atención se debe a la brutalidad con que algunos deportistas de alto perfil han tratado a sus esposas, novias o amigas. No obstante, todos sabemos que este comportamiento ocurre no sólo entre las figuras públicas. Las mujeres son víctimas de la violencia en los hogares, en lugares públicos y espacios privados. Esta violencia se produce tanto en hogares ricos como en pobres; puede ser verbal o física; habla todos los idiomas y puede ser encontrada en cada cultura. Las víctimas pueden ser tanto mujeres jóvenes como maduras. Los hombres que atacan a las mujeres no se consideran violentos o criminales, pero sabemos que están equivocados en su autoevaluación. Esta tragedia merece nuestra atención, nuestras oraciones y nuestra determinación para abordarla.
Cuando miré las caras de los miembros del AACCW, pude ver las caras de mi madre, mi abuela y mis hermanas, y mi corazón se oprimió al pensar que ellas pudieron haber sido vulnerables a este tipo de violencia. Muchas mujeres jóvenes en nuestras escuelas saben lo que significa estar en riesgo. Es una plaga conocida en muchos hogares y comunidades.
Ahora que las miradas están enfocadas en este tema, debemos aprovechar esta oportunidad para enseñarles a nuestros jóvenes que la violencia contra las mujeres es un comportamiento cobarde y pecaminoso. Sabemos que estas figuras del deporte tienen un alto perfil y reconocimiento debido a su destreza y habilidad atlética, y que hacen muchísimo dinero y disfrutan del respeto y la adulación pública. Pero también sabemos que lo que le hacen a las mujeres no debe ser obviado debido a su popularidad, y mucho menos debe ser imitado o excusado.
Nuestros jóvenes son perceptivos y debemos aprovechar esta oportunidad para hacerles saber que el “star power” no es excusa para lastimar a las mujeres. No existe mujer que merezca ser herida o atacada, y la furia incontrolable de algunos no es excusa para este tipo de violencia.
Nuestros jóvenes están expuestos a muchas provocaciones que van más allá de la divulgación pública de las acciones de estas estrellas del deporte, como las letras de la música rap que a menudo denigra a las mujeres o los video juegos que muestran una violencia terrible en contra de las mujeres, entre otros. Estas actividades a menudo influyen negativamente en las actitudes de nuestros jóvenes y desafortunadamente a veces resulta en un comportamiento violento hacia las mujeres.
Nuestra iglesia tiene un papel importante que desempeñar para ayudar a dar forma a las actitudes y comportamientos de los hombres jóvenes y maduros. La actitud de Jesús hacia las mujeres era de respeto. Él involucró a las mujeres en momentos y circunstancias que desafiaban las normas sociales como en el pozo en Samaria y las protegió de la violencia de las represalias religiosas cuando fueron apedreadas. Él contó con mujeres dentro de su círculo de amigos más cercanos, y visitó sus casas y disfrutó de su hospitalidad. Él, al resucitar de entre los muertos, se dejó ver por primera vez por una mujer de fe. Estos ejemplos de ternura y respeto nos recuerdan cómo un verdadero hombre cuida y respeta a las mujeres en su vida.