Lo Que He Visto Y He Oído (28 Mayo 2009)
Published mayo 28, 2009 | Available In English
La historia de nuestra nación ha demostrado que las creencias religiosas de todos los ciudadanos tienen un lugar dentro del campo público. Esta concesión no siempre ha sido bien recibida últimamente; algunas personas han objetado con firmeza a la presencia y a la expresión de los valores religiosos como parte de nuestro patrimonio nacional. Sin embargo, los primeros documentos de nuestra nación hacen referencia a la fe de los pioneros y fundadores.
Nosotros, los católicos, tenemos una contribución importante para hacer a nuestro país. No solamente han combatido y fallecido en todas las guerras y conflictos, sino que los católicos han participado en congresos y en cuerpos legislativos que han promulgado leyes y políticas en este país. Tenemos el derecho y la obligación de participar en los debates, un legado y un privilegio de las personas libres de nuestro país. A veces nuestras voces pueden desafiar las opiniones imperantes de nuestros conciudadanos, y así ha de ser. Nuestra herencia religiosa enriquece este país y nuestra visión moral tiene mucho para ofrecer a las personas de esta tierra. Deberíamos recordarle orgullosamente a la sociedad sobre la importancia de la dignidad de toda vida humana, de la santidad de la familia, y de los principios de una vida moral, algo que a menudo se representa como anticuado y pasado de moda.
En la tarde del Día de Conmemoración de los Caídos, oficié misa para algunos presos de la Cárcel del Condado de Fulton. Yo trato de visitar las cárceles locales de forma regular para recordarles a los presos, al personal, y a los voluntarios que aún aquellos que están sirviendo una condena por un acto criminal pertenecen a la Iglesia. En todas las visitas me inspira mucho la compañía de un grupo maravilloso de laicos que participan en el ministerio de los presos. Estas personas virtuosas se dan cuenta de que pueden encontrar a Cristo entre los que están en la cárcel; el mismo Cristo lo dijo. Cada vez que visito una de estas instituciones, me hiere ver que la mayoría de los que están en la cárcel son muy jóvenes. Estos hombres y mujeres jóvenes han cometido un error terrible en su vida, y muchos de ellos pasarán una gran parte de su vida de adultos jóvenes detrás de las rejas.
El lunes por la tarde conocí a joven que se identificaba como un alumno recibido de nuestra escuela, tanto primaria como secundaria. ¡Yo estaba asombrado! ¿Cómo es posible que esta joven persona, que se benefició de una educación católica, haya terminado en la cárcel? ¿Dónde y de qué manera le fallamos? Pero recordé algo que todos sabemos demasiado bien; los jovencitos están sujetos a muchas presiones e influencias que van más allá de la comunidad de su hogar y de su iglesia.
Salí de la cárcel con la determinación de hacerle recordar a todos sobre la importancia de mantener activa nuestra voz católica en los debates públicos y en las discusiones que ocurren en nuestra sociedad. Tenemos mucho para ofrecer, y mucho para perder si nos quedamos en silencio.